Lo mismo, o casi, repite la “oposición” al presidente de la República en turno. Cada 1 o 2 de septiembre, formula sus idénticas declaraciones anuales, critica con sesudas adjetivaciones.
El ritual de los “opositores” registra un eco en los medios de comunicación ávidos de lo que podría, por qué no, considerarse como un nuevo género periodístico: la declaracionitis.
Echa mano de la verborrea para llenar planas enteras, y los espacios noticiosos de la radio, televisión y portales.
Por largos años así ha sido.
Además del presidente, tampoco se salvan alcaldes, gobernadores, legisladores locales ni diputados federales ni senadores; que nadie rinda o dé a conocer un informe de actividades porque apenas terminan y ya la “oposición” lo está tundiendo.
Este círculo pernicioso lleva décadas, una difusión colapsada y sin credibilidad como la vida política y gubernamental en nuestro país. Nada cambia esta dinámica desacreditadora del ejercicio de las y los gobernantes en un sistema extenuado y extenuante.
Tanto la “oposición” a los alcaldes(as), gobernadores(as), como al presidente, desde esos medios, poco contribuye a la posibilidad de plantear nuevos discursos, otras narrativas que rompan ese vicio de repetir lo mismo que dicen los mismos de siempre.
Miguel Ángel Bastenier y Gideo Lichfield, ambos periodistas, coinciden en que la prensa en México hincha la información con todo lo que sus protagonistas dicen porque suele no tener ni idea de lo que hacen.
El segundo enlista 47 verbos utilizados abrumadoramente por los medios mexicanos. “…aunque se lo cite veinte veces, el oportuno verbo para enmarcar todas sus adorables frases.
Humildemente, quisiera acuñar un nombre para estas palabras sacras: los dijónimos”.
“Los dijónimos (…) son síntoma del aspecto quizá más asombroso de la prensa mexicana: la idea de que las noticias no son lo que hay de nuevo, sino lo que haya dicho alguien importante, aunque esa persona o cualquier otra ya lo hubiera dicho, sin importar, realmente, si es verdad o no”.
Por lo mientras, el presidente López Obrador llega a la mitad de su sexenio y flota en un 62 por ciento de aceptación, llueva, truene o relampagueé.