Mis conversaciones son diarias y con mucha gente a lo largo de la semana. Políticos y académicos laguneros creen que las cúpulas del PRI y el PAN (léase gobernadores), en la región Lagunera y el resto de Coahuila y Durango, lo que vienen haciendo en ambos estados sólo favorece a Morena, el partido del hoy presidente de la república.
Casi unánime, sostienen que ni Miguel Ángel Riquelme ni José Rosas Aispuro, respectivos mandamases, han sabido darle una justa lectura y dimensión a lo ocurrido en las urnas el 1 de julio pasado. Ya en mis cavilaciones doy entrada a una especie de letargo del que no logran salir uno y otro.
Riquelme, señalan, tras poco más 365 días en el gobierno, todavía no controla el manejo político en Coahuila. Y no es porque el apellido Moreira se pasee, contonee y adentre en la vida estatal, sino porque consideran –opinión compartida entre priistas coahuiltecas- que no ha hecho un punto de quiebre para sacudirse amigos y colaboradores de muy mala reputación e imagen pública.
Esto, además de extender nombramientos a personajes “quemados”, de poco voltaje para los tiempos actuales en que su partido, el PRI, apenas medio asoma la cabeza en el senado y en San Lázaro.
¿Habrán lamentado que al ser gobierno prostituyeron casi todo y que hoy la gente, el común de la gente y no la exquisitez de sus favorecidos, les endilga absolutamente todos los males y maldades que siguen aflorando a nivel nacional? Sobreviven en el descrédito por tanto abuso, atropello y engaño. Nadie les cree. Lo de Pemex, su sindicato y el huachicoleo, como dos ejemplos más recientes y vergonzantes de su moral.
Su bancarrota y desprestigio nacional aterriza en el priismo local. ¿Qué y cómo le hará el PRI en Coahuila y la Laguna, y Eduardo Olmos en Torreón, para recuperar su origen, dignidad, identidad, reputación, credibilidad y aceptación social? Acostumbrados a no ver ni escuchar ni dialogar con ese pueblo al que burló y humilló, por lo visto continúan empeñados en ser, hacer y jugar a lo mismo. Morena aguarda en los desaciertos del priismo. ¡Pa’su mecha!