Sobre advertencia no hay engaño, reza el dicho popular. En este mismo espacio, la semana pasada concluía yo, a manera de pregunta, de la posibilidad de que los comicios se fueran a tribunales y hasta la exigencia de su anulación.
Una gran responsabilidad del actual conflicto PAN-PRI la tiene el Instituto Estatal Electoral, instancia que dejó de lado su misión de velar y salvaguardar la pulcritud de los comicios y se convirtió en apéndice de la cara oculta de la impunidad, y enredó su institucionalidad. Ya desde México el consejero presidente, Lorenzo Córdova, le dio su repasón al IEEC. ¿En qué va a terminar el desaguisado?
Por lo mientras, tanto Miguel Riquelme como Guillermo Anaya, candidatos del PRI y del PAN y sus aliados, mantienen en alto el puño, el grito de “gané”, miden fuerzas, declaran, dicen… La novela aún nos ofrecerá algunos capítulos inéditos. La concentración en la Plaza Mayor de seguidores panistas, permitió ver gente que nunca acude a ese sitio popular, de la raza. Gente güerita, de cabello castaño, bien ataviada, con calzado y ropa de marca, de exquisita figura las féminas y varones que quizá sea la primera vez que pisaban la enorme plancha de cemento. Olía a perfumes y lociones caros. Las consignas contra el PRI, contra Riquelme, con los hermanos Moreira, contra la corrupción e impunidad retumbaron. Yo no sé si acudieron 20 mil o más almas, creo que fueron muchas menos según mi experiencia reporteril. Como las miles menos que son cuando hay toquines y tocones, e igual en Saltillo en la plazoleta del PRI estatal. No fueron tantos. Lo importante es que la clase gobernante vea y escuche que Coahuila ha despertado y que nadie y ningún partido, es dueño de la voluntad ciudadana.
¿Cómo quedará la radiografía política con los resultados finales? ¿Cuántos diputados serán de un color y cuántos de otro? ¿Y los alcaldes y regidores? Necesitamos políticos finos, sin sed de venganza ni odios. No otro Caracas.