El 24 de febrero de 1821 Agustín de Iturbide proclamó el Plan de Iguala, luego de intercambiar cartas con Vicente Guerrero. En esa fecha escribió al virrey Apodaca: “No nos engañemos. La Nueva España quiere ser independiente: esto, nadie lo duda, le conviene”. “Y mantener la unión entre europeos y americanos” porque “el odio nunca ha sido, es, ni puede ser justo”. Advierte: “Tiene Usted partidos muy conocidos y fuertes para destruirse, si una mano diestra no sabe atraerlos a un punto, y hacer UNO los intereses de todos. Entre los europeos hay hombres sin educación y de ideas bajas que no se contentarían sino en ver derramar la sangre de todos cuantos han nacido en este suelo. Hay hijos de este por desgracia que con ideas igualmente bárbaras derramarían… la sangre de todos los europeos; los primeros y los segundos sin otro móvil que el de satisfacer su odio funesto. Hay un partido liberal frenético…; otro de liberales y de ideas justas aspira a la moderación, otros de católicos pusilánimes que se asombran de fantasmas… Hay otros ciegos partidarios de la democracia, otros a quienes acomoda la monarquía constitucional. No falta quien crea preferente a todas la soberanía de Moctezuma. ¿Cuál sería el resultado de un rompimiento tumultuoso? La sangre, la desolación. Unos a otros nos devoraríamos como fieras: la tierra fertilizada con la sangre humana…”El Plan incluyó un ejército protector “de las 3 garantías” para la independencia, religión y UNIÓN, transformadas en seda tricolor: verde, blanca y roja. Con ese Plan nace la bandera y se concreta la vida del México independiente, buscada desde 1810. Transforma la guerra civil (criollos contra gachupines) en guerra nacional (México contra España), para “hacer UNO, los intereses de todos”. El 27 de septiembre de ese año se consuma la Independencia. En noviembre Iturbide añade el águila mexicana y la serpiente. De allá los símbolos que aun nos dan sentido de identidad y pertenencia.
Al tiempo la política dejó de imponer religión de Estado, acotando su área competencial ante lo pre-político (antes de la política: personas, familia, escuela, empresa) y lo meta-político (más allá de la política: religiones y filosofías): sólo debe garantizar a las personas su libertad de creer o no creer. No puede ir más allá.
A 200 años gobierna México un hombre necio, sembrador de mentira y odio entre los mexicanos; incapaz “de hacer UNO, los intereses de todos”. No capta que no hay México sin UNIÓN en lo diverso. Cada ser existe en tanto es UNO. La unidad es aquello sin lo cual un ser no puede existir. De ahí la previsión iturbidista, no entendida por los López de Santana de ayer y hoy: La existencia de la Nación Mexicana exige -primera condición- el mantenimiento de nuestra unidad (su rojo trigarante). Como toda sociedad, está compuesta de relaciones de personas concretas; y mantenerse existente esa pluralidad requiere de un fin común, y un orden más o menos justo. La unidad dependerá del bien común logrado, y se mantendrá en tanto que en el dinamismo de la convivencia predominen los factores sociales sobre los antisociales. Esa unidad se aterriza con la actuación veraz y justa de dirigentes de los diversos grupos organizados, y de la conducción política del conjunto hacia un fin compartido por quienes conviven ejerciendo su libertad. El orden es dinámico, por lo que requiere una estructura jurídica que garantice la permanencia esencial de la sociedad, que ha de reducir hechos antisociales. La autoridad política, como factor existencial, debe encauzar la convivencia al fin y bien de todos. De ahí el deber primario: buscar la UNIDAD, con 3 condiciones fundamentales: veracidad, justicia y prudencia. Sin ciencia ni técnica no hay veracidad. El valor-rojo- de la UNION lo desprecia el presidente, cuando miente, siembra odio, desunión. La bandera flamea y está a medio asta. No la honra el presidente, ni sus crédulos o fanáticos, sumidos en desastrosa necedad colectiva. ¡Viva la UNIÓN de México!