El cambio climatológico tiene muchos escépticos. Hay quien no cree que es causado por el hombre, quien cree que no es tan urgente, quien cree que la tecnología ofrecerá una solución e incluso quién cree que no hay crisis alguna. Estas personas están peligrosa, científica y certeramente equivocadas. El problema es que los ambientalistas han sido grotescamente exagerados al grado de quemar su causa.
La causa ambientalista lleva más de 100 años, empezando con la protección de áreas naturales; desde entonces existía la preocupación de sobrepoblación. Un par de guerras mundiales y la mayor crisis económica de la historia redujeron la población mundial por primera vez e hicieron esas preocupaciones a un lado. Luego siguieron alarmas de la industria alimenticia en los 1960s que de nuevo están de moda, en las décadas de los 1970s y 1980s eran los cuerpos de agua y el aire el enfoque, en los 1990s la basura y la atmósfera, en los 2000s los combustibles y la energía y esta década es el calentamiento global. Todas ciertas, todas verídicamente alarmantes y todas ultimadamente impopulares.
Me pueden argumentar la popularidad de las causas ambientalistas, pero cuando se trata de hacer sacrificios tangibles para ayudar al planeta, la humanidad no ha estado dispuesta a hacerlos. Traer un carro eléctrico hoy en día es muy convenientes, el reciclaje solo funciona en lugares que es mandatorio y práctico, cada vez son más casas y edificios los que tienen clima artificial, cada vez tenemos más mascotas que contaminan mucho y por muy de moda que esté ser vegetariano y vegano, el consumo de animales y la huella de carbono alimenticia sigue creciendo.
Ya mencioné una de las causas de la impopularidad de la causa ambientalista y no se puede ignorar lo desagradables que han sido sus campeones. La más reciente es la adolescente sueca Greta Thunberg que esta semana se presentó en las Naciones Unidas a reclamarles a los líderes mundiales que le han robado sus sueños y esperanzas al no hacer nada para proteger al planeta. Thunberg ha estado abogando a los gobiernos y grandes corporaciones a responsabilizarse por proteger el medio ambiente, argumentando que la gran mayoría de los efectos provienen de acciones humanas fuera del control del ciudadano individual. Tristemente, aunque estoy totalmente de acuerdo con la ideología que representa, la niña me parece falsa, insoportable y engreída. No la culpo a ella, claramente está siendo manipulada por adultos a su alrededor que buscan esconderse de reproches detrás de su infancia. Sin embargo, es contraproducente hacer a una marioneta petulante y malcriada la cara de un movimiento que requiere convencer a ocho mil millones de personas.
La otra causa es uno de los enemigos íntimos de esta columna, la democracia representativa. Resulta muy difícil convertirse en un representante electo con la mantra de responsabilidad ambiental que aún a nivel gubernamental y corporativo requiere de grandes sacrificios ciudadanos como mayores impuestos, costos elevados de consumo e incluso restricciones a comportamientos nocivos al medio ambiente.