He estado revisitando películas de los noventas. Es fácil sentir que las películas de esa época son mejores que los recientes estrenos. En parte porque cuando las vemos tenemos una tendencia a escoger títulos que nos gustaron en la primera vuelta y en parte porque las tramas no se habían complicado con la existencia de los celulares; casi cualquier buena historia se arruina porque los problemas de los protagonistas se pudieron haber resuelto si tuvieran un smartphone. En fin, en mi viaje por el reciente pasado cinematográfico, me reencontré con Gattaca que habré visto una docena de veces, pero llevaba mucho sin pensar en ella.
Es una excelente película, pero lo más impresionante es que podría proyectársela a alguien que nunca la ha visto y convencerlo que fue grabada este año con un presupuesto modesto de efectos especiales, lo que es extraordinario para una película de ciencia ficción. Actualmente está incluida en el catálogo de Amazon Prime y a la venta en otros servicios de streaming.
Gattaca está situada en lo que se sentía un lejano futuro posible en los noventas y ahora conocemos como un cercano futuro inevitable en 2019. La premisa es un mundo en el que se ha vuelto la práctica común diseñar genéticamente a nuestros hijos y la historia trata de las repercusiones que tiene para quienes no reciben la ventaja genética tocando vitalmente también en las insatisfacciones de lo que se podría aparentar como una vida casi perfecta para los que sí la reciben.
Escribí una serie de columnas sobre la evolución del homo sapiens el año pasado que pueden encontrar en la tercera página aquí: https://www.notivox.com.mx/opinion/juan-maria-naveja-diebold
El resumen es, no estamos nada lejos de vivir en el universo de Gattaca y es una película instructiva para visualizar, no las decisiones que van a tener que tomar nuestros hijos, porque la decisión está tomada ya, sino las consecuencias de lo que van a vivir.
Trato de abordar el tema de felicidad en este espacio tan frecuentemente como puedo. Felicidad en el sentido científico de cómo la medimos, los procesos que nos llevan a tomar decisiones y los efectos de eventos extemporáneos que nos afectan. El brinco de evolución humana que está empezando es inevitable y se va a dar como todos los otros saltos evolutivos: será un segmento pequeño de la humanidad la que se separe como superior, la zanja cada vez será mayor y eventualmente el grupo más fuerte prevalecerá y el otro desaparecerá. Esto no es ni triste ni feliz, tampoco es para lamentarse ni para celebrar; es, y siempre ha sido, nuestra realidad.
Lo que está totalmente al aire es qué cualidades de la humanidad son las que se resaltarán en nuestra próxima versión. En nuestro pasado distante fue importante que sobrevivieran los más fuertes, luego los más hábiles, luego los que se podían parar erguidos. Más recientemente la selección natural ha favorecido a los que tienen mayor intelecto, habilidades sociales y menor propensión a las enfermedades, habrá que preguntarnos: ¿Qué necesita la humanidad para sobrevivir este milenio? ¿Bondad? ¿Inteligencia? ¿Empatía? ¿Habilidad atlética? ¿Predisposición a ser felices? ¿Belleza?