A lo largo de su historia milenaria la humanidad ha seguido cambios y oportunidades climatológicas en sus patrones migratorios. Es cómo dejamos África, llegamos a América y acabamos poblando cada rincón habitable de cada continente. Las rutas migratorias definieron el progreso de las civilizaciones alrededor del mundo, determinaron el ganador de prácticamente todas las guerras que se han combatido y han otorgado riqueza y marginado con pobreza. Más que cualquier otro factor el clima ha determinado la historia no solo de nuestra especie, pero de todo el planeta Tierra y aunque la tecnología nos ha dado algo de control sobre cómo afecta nuestra vida diaria, sigue siendo el principal factor de supervivencia para nuestra raza.
Todas las semanas suceden eventos de gran escala que ejemplifican el poder que tiene el clima sobre nuestra providencia y nuestra incapacidad de encausarla. La cumbre climática en Glasgow sucedió como esperada, sin acuerdos sustanciales para frenar el impacto humano sobre el clima y emergió otra crisis migratoria en la frontera entre Bielorrusia y Polonia.
El presidente bielorruso, Alexander Lukashenko está migrando habitantes desplazados de Siria, Yemen e Irak con la intención de encausarlos a la Unión Europea a través de Polonia. La intención de Lukashenko es vengarse de la crítica que la Unión Europea lanzó a la elección que le dio la presidencia el año pasado y todo indica que este uso de personas como armas migratorias fue orquestado por Vladimir Putin. Con las temperaturas rápidamente cayendo por debajo de cero entrando a la temporada fría, han logrado plantarle una crisis humanitaria a la Unión Europea en su puerta.
Los migrantes, principalmente de Siria están huyendo de su país para escapar una hambruna ocasionada por la escasez de alimentos en una zona que pasó de estar al borde de una situación climática sustentable a tener que importar el producto primario el cual sus habitantes no tienen la capacidad de comprar. Por su parte, la Unión Europea ya está saturada de inmigrantes de África y Medio Oriente que no han podido acoplar a sus sociedades. Por supuesto que es un problema de carácter sociocultural, pero son las rutas migratorias, definidas por circunstancias climatológicas, que lo fueron definiendo a lo largo de los siglos.
El otro suceso climatológico fue la convención mundial en Glasgow durante la cual, como se esperaba, se habló con grave urgencia de la necesidad de hacer cambios, todos los países se echaron la culpa los unos a los otros; a la hora de llegar la cuenta, nadie quiso pagar; y se acordaron muchas buenas intenciones sin ningún compromiso firme.
Dentro del predecible fracaso, la discusión es fascinante y delatadora ¿Qué nación es más responsable del impacto humano sobre el clima? Y, por lo tanto, quién debe enfrentar las responsabilidades de frenarlo. Algunos argumentan que debe ser por las emisiones totales de dióxido de carbono, pero puede ser total por país o per cápita, nadie mencionó la posibilidad que debe ser por la contribución que genera al PIB mundial. Los países en vías de desarrollo argumentan que Estados Unidos, China y Europa ya tuvieron su oportunidad de contaminar para crecer y ahora les toca a ellos. Estados Unidos ha contaminado más históricamente, pero China contamina más ahora. Quizás más importantemente, se mide el que contamina en producción, pero no el que consume dicha producción que a la vez es lo que se tiene que frenar para crear un cambio en un régimen capitalista. A esto falta aunarle deforestación, uso de recursos minerales, inversión en tecnología que puede ayudar, contaminación costal, terrenal y fluvial…
Hasta que no estemos dispuestos a simplemente pagar la cuenta y olvidar quién pidió qué platillo, el reloj climatológico no va a parar…
Juan María Naveja