Es tiempo de buenos deseos y todas las aficiones renuevan sus anhelos por ser felices.
No depende de ellas de manera directa ser felices porque están a merced de lo que su equipo preferido les brinde.
¿Qué afición es feliz? ¿Acaso, sólo la del equipo campeón?
Existen muchas variantes para definir felicidad.
Una vez que hayan pasado los hechos, la satisfacción o la insatisfacción van bajando de intensidad y a la vez se renuevan las intenciones.
La presencia de un jugador refuerzo, por más desconocido que sea, genera entusiasmo con la ilusión de que aporte lo necesario para apuntalar o remediar.
La esperanza por sí misma es generadora de entusiasmo y de ahí la conducción a estar feliz.
Obviamente, la obtención de un campeonato genera felicidad.
El americanismo lo está pero tenía seis torneos que ni finalista había sido, y cuando lo fue, perdió. Para sus ambiciones esto fue causa de infelicidad.
¿Hay subcampeones felices? Los debe haber aunque duela porque no le hemos dado el valor trascendente a competir hasta esa instancia.
Olvidar lo no agradable es pernicioso porque para ser finalista se tuvieron que hacer, y hacer bien, muchas cosas meritorias.
Esto es sinónimo de éxito siempre y cuando exista la recta intención de saber valorar los distintos logros porque no siempre se puede aunque la ambición y el orgullo mal ubicado maltraten los sentimientos.
¿Santos le debe una buena dosis de felicidad a su afición?