Existen dos o más conceptos de futbol. Está el de la cancha, el de la publicidad, el del poder y la emoción del aficionado que se involucra a tal grado que llega a perder su propio sentido de existir.
¿En qué medida se puede evaluar la incidencia del futbol?
Como cualquier otro deporte que es aceptado por la masa poblacional se le toma muy en cuenta porque penetra hasta el alma. Y aquí radica lo extraordinario, casi inverosímil.
¿Por qué el futbol llega tan hondo en la gente?
Lo inesperado del juego junto con la inspiración de cada actor en el campo se convierten en el ente transformador del individuo aficionado que encuentra un refugio y hasta una forma de vida cobijado por el futbol emoción.
No es tema de verdades absolutas sino de saber dejarse dirigir y guiar por el contentamiento y la alegría propia del juego.
Aquí la partitura única es la emoción que el triunfo genera.
No importa si el enorme aficionado conoce y detecta los hilos finos de este juego.
Pasa muy a segundo plano esta creación.
La más importante obra es el grato sabor de la victoria por encima de todo.
En este enigmático deporte se puede ganar jugando bien pero también jugando mal; y aquí radica la otra verdad del juego.
Con enorme mercadotecnia y satisfactores en el estadio no se logran campeonatos por más esfuerzos conmovedores que se apliquen al evento.
El futbol produce sentido de pertenencia mucho mayor a ser miembro de un gran ganador partido político.
Ambas condiciones son normales pero no iguales.
Es por ello que solemos no entenderle al futbol.