La primera ilusión se vino abajo. Todos los que anhelaban ya rápido ver al América encumbrado por encima de los graciosos y gratuitos elogios, pronto callaron y cayeron en cierta desgracia.
La eliminación estaba latente por más que muchos se afanaron en despreciar a Pachuca.
Le viene bien al futbol mexicano este hecho porque nos vuelve a recordar que somos finitos, sujetos a las capacidades de los otros.
Los “egos” del americanismo podrán estar resentidos porque creyeron que iban a ganar todo.
Si son inteligentes, y partiendo de la base que fue un equipo mexicano el que los eliminó, deberán estar muy atentos a que pueda ser otro equipo nacional el que los deje fuera de nuestra saborosa liguilla.
Las lecciones se deben aceptar como vienen.
Hay que saberlas leer. No es necesariamente el trabajo el que determina el futuro de un equipo.
Con trabajo se pueden mejorar las capacidades de los jugadores siempre y cuando existan.
Ese equipo poderoso que ahora no recibió ayuda arbitral, acaba de fracasar muy cerca de su casa. ¿Qué le sucedió?
Una respuesta simple y no comprometedora puede ser el tradicional “Ya le tocaba”. Y le tocó para gozo de sus enemigos, alegría de sus adversarios y regocijo de quienes disfrutan verlo caer.
Este suceso deprime a un amplio sector del futbol mexicano pero también genera contentamiento en quienes se dedican a disfrutar del mal ajeno.
Tener que repetir su campeonato es la siguiente obra maestra a obtener. De lo contrario, ellos mismos se aplicarán el calificativo.