Se sabe, a través de las avanzadas investigaciones y tratados de la neurociencia, que el sentimiento y la percepción del “Mal” es meramente subjetivo. Me brincaron, casi al instante, las palabras escritas por manos anónimas en la voz de un perverso personaje estacionado en lo ficcional: “Ojalá se mueran las vacas de mi vecino”. El Mal es deseo propio en contra del otro. Si es por eso subjetivo, es por igual la satisfacción de una fantasía. Una cadena misteriosa que explicaría bien la semiología: “yo - el Yo freudiano- desea satisfacerse -el Ello- cumpliendo lo que se ha formado en su interior: El Mal hacia lo ajeno que no lo es tanto. No se quiere El Mal para el desconocido, se piensa, se construye -y deconstruye- sólo hacia quien se cree que ha tildado al creador del obsesivo deseo de lo que sea, o bien, hacia quien no piensa igual.
La vida cotidiana está hecha de esto. Toda.
Ahora creo que los aportes de Paul Watzlawick y su teoría sistémica han sido definitivos en el entendimiento de lo que se conoce comúnmente como “mal entendido” (cfr lo bueno de lo malo, Herder, 2009). Los niveles egocentristas y la ignorancia hacen imposible la tarea. Mención aparte se halla la formación cultural del individuo.
La malignidad planeada y deseada crece del gusto por hacerla, es una satisfacción real y, como toda fantasía de ese tipo, llega a ubicarse del lado de lo “patológico” de la personalidad humana, sin duda.
Ha sido una coincidencia benéfica el haber conseguido la serie de ensayos de la investigadora Julia Shaw (Planeta, Barcelona, 2019), “Hacer el mal”. Ella ha trabajado la psicología criminal y el terreno de la comunicación y la memoria. Lo interesante aquí es que reafirma (no deja un solo capítulo de mencionar a Nietzsche) la sentencia de los motivos que hacen crecer el Mal. Lo extraordinario de todo es que habla de “Los falsos recuerdos” y los ejemplifica. En otras palabras, son “Los Nudos” de R.D. Laing.
Concluye que El Mal toma forma y crece como los monstruos, en “lo imaginario”. En el tratamiento psicoterapéutico se le llama “Atribución”. Lo real demuestra que lo que está en la mente simple -y llanamente- no existe.
Julia Shaw plantea intervenir los recuerdos para “hacer creer que se actúa criminalmente’’. Al parecer no hay nada que impida el crecimiento del Mal.
Juan Gerardo Sampedro