En la nota (sección policiaca) se puede leer que Gustavo Blanco “robó influenciado por Satanás”. !Hay que creerlo, incrédulos! La antipsiquiatría explica muy bien el fenómeno: no existe uno solo de los llamados desórdenes mentales que no sea creíble, en un supremo grado, para quien lo padece. ¿Por qué no creerlo entonces? Gustavo Blanco afirma que toda la noche se sintió muy mal del estómago. En la madrugada, no pudiendo de plano soportar más el dolor, se dispuso a ir al médico. Cuando se encontró de frente con el centro comercial, escuchó bien claritas las palabras del maléfico: “Entra, apodérate de todo lo que encuentres, ¿No sabes acaso cómo nos golpea la crisis?” Ésas fueron las palabrejas del diablo quien para dar malos consejos siempre se ha pintado solo. Entonces a Gustavo Blanco se le nubló la vista, sintió una punzada en la boca del esternón y se tomó un momento para meditarlo seriamente. Satanás continuaba: “Anda, tonto, lo que has de hacer que sea ya”.
El Diablo puso en la mano de Gustavo un soberbio martillo de esos que sólo con un rozón hubiera desecho hasta el más duro de los cráneos. El característico olor a azufre se extendió a lo largo de la calle. Volaron los cristales de un lado para otro. Ya en el interior no daba crédito a lo que había hecho. Se quedó como idiotizado. Entonces el Patas de Cabra -nunca se supo cómo se las agenció- trajo una cubeta de agua helada y la vacío de golpe a la cara de Gustavo. Como era de esperarse, éste reaccionó de inmediato y el Diablo comenzó a sudar. Era un sudor que se le esfumaba sobre la piel y que producía el mismo ruido de dedos mojados encima de una plancha al punto. !También Lucifer se pone de nervios!
Así fue que Gustavo se apoderó de los objetos que estaban a su alcance. Iba a salir pero se topó con los vigilantes. Como el nada tonto de Luzbel supo que las cosas se habían complicado, se esfumó.
En los separos de la policía, Gustavo recibió una extraña misiva en un papel quemado por los bordes: “Para vergüenzas no gana uno”. Él la ha mostrado a las autoridades como una prueba de que no miente.
Ni caso le hacen, pobre. El diablo huyó de manera tan ruin y cobarde. Caray.
Juan Gerardo Sampedro@Coleoptero55