Poeta injustamente olvidado, por no decir, desconocido en su vida y obra sino es porque José Cornejo Franco desde la Corresponsalía Guadalajara del Seminario de Cultura Mexicana nos lo trajo de vuelta con la publicación de Leyendas y romances (1952) Aurelio Luis Gallardo Garciadiego (León, 1831-Napa, Cal. 1869) no solo fue cantor de Guadalajara sino uno de sus mejores cronistas, además de ser un connotado liberal que luchó por los más desprotegidos.
“Fue un romántico impenitente”, apunta Victoriano Salado Álvarez, “y más poeta en la vida práctica que en los versos -tantos y tantos- que dejó. Sus amores con la que fue su esposa, doña Mercedes Abad y Campos [Elodia] a quien me parece está dedicado este libro: la representación de una comedia de su minerva en que satirizaba a la familia de la novia y se pintaba él mismo con rasgos inconfundibles; su matrimonio tan original y tan propio de los tiempos del suicidio de Gerardo de Nerval en la rue de la Lanterne y de las representaciones de Hernani; su separación de la familia, que como gente de pro no autorizaba las sandeces del poeta; y por último su liberalismo “a outrance” cuando su padre era abogado de la curia eclesiástica y su hermana prometida de [Miguel] Miramón, hacen de Gallardo un tipo digno de estudio y de investigación por los curiosos de las particularidades locales”.
De dichas particularidades conviene desprender dos poemas fechados en la ciudad de León en la Casa de los Pachecos en abril 30 de 1853 “Lejos, muy lejos” y en agosto de 1854 “Confidencias”. El primer poema lleno de nostalgia recupera a su amada Elodia donde “solamente,/ Cerca de ella respirando,/ Sentí dolor inclemente/ Y palideció mi frente/ Horas de amor recordando./”. En los versos también denota la lejanía geográfica y sentimental (entre León y Guadalajara) pues el autor llora y se le parte el alma pidiendo a Dios que le conceda hundir “en el polvo de mi frente/ Mientras me abres el cielo”.
En cuanto al segundo poema no es más que una contestación a los versos escritos por su fráter Luis J. Susarrey intitulado “Despedida” fechado en Guadalajara el julio 31 de 1854. En dicho trabajo observamos cómo el poeta y autor de la dramaturgia “Los mártires de Tacubaya” abandona obligado el país por ser un liberal indeseado por las autoridades conservadoras del occidente mexicano. La respuesta la ofrece el 28 de agosto donde vuelve a sentir el dolor por perder a su patria, en el exilio obligado en San Francisco, Cal., así como a su esposa: “No quiero más: la farsa de la vida/ Cansóme tanto, que la fosa anhelo”, escribe.
Aurelio Luis Gallardo habla el sublime idioma de los dioses. “Lo digo a fuer cronista/ Y en escribirlo no hay mengua”.
Juan Carlos Porras