Cultura

Iturbidistas de México, uníos

¿De dónde nace la ambición particular de Agustín de Iturbide con el pretexto de salvaguardar a la nación? Para el oficial realista, en voz de Alamán, quien “tenía en sus manos la fuerza”(Lourdes Quintanilla: 1991) hizo la gran maniobra de todo castrense: confiscar el poder del pueblo y con ello conseguir los más sobrados nombres como“Generalísimo-Almirante” para convertirse en la única opción viable de la reconciliación total.

Sigamos al autor de la Historia de México pues contando con “la única autoridad efectiva. De hecho, con este nombramiento la Junta Provisional Gubernativa lo puso en la disyuntiva de convertirse en un Emperador o en un proscrito”.

Con esta estrategia muy definida el lisonjeador, a la postre libertador, logró confundir a la Junta y con ello “entregó a la nación a la incertidumbre de las deliberaciones, generó entonces enteramente nuevo y desconocido en México”.

Es decir, Iturbide, buscó intervenir en todas las decisiones pues, de alguna manera, hizo alarde De la confesión de la propia vileza, Cap. XXXIII del Libro de los Soliloquios del Ánima a Dios de San Agustín: “(…) tarde te conocí, porque tenía una gran nube, y llena de vanidad, la cual me ponía impedimento para que no pudiese ver el sol de justicia y hambre de la noche, y amaba mi oscuridad porque no conocía la lumbre. Estaba ciego y amaba mi ceguedad, e iba a las tinieblas por medio de las tinieblas. ¿Quién restituyó la vista estando asentado en las tinieblas y sombra de muerte? ¿Quién es el que me tomó por la mano y me sacó de tanta oscuridad?”.

Pues luego de la liberación de sus tinieblas, su beligerancia se dioen el terreno de las palabras.

A lo largo de la guerra ya tuvo la suficiencia de sus extravíos, errores y crueldades. Buscó en este momento “el furor de gobernar” (Mirabeau dixit) y con ello consiguió el título de “Primer Jefe del Ejército de las Tres Garantías”.

Los Iturbidistas están más vivos que nunca pues instalan a un vacilante Emperador que nació, un 27 de septiembre de 1783, bajo el sino del Glorioso Padre San Agustín.

Pero tienen confianza en el empeño que pondrá para gobernar por todo género de medios al naciente país.

Iturbide tiene una insinuante conversación. Es de carácter impetuoso. Se le recuerda también por aquella exigencia de azotes “que se supuso haber dado a un individuo, que lo había ofendido de palabra”. Además, por haber perdido “su caudal, que se había formado con sus comercios en el Bajío, y se hallaba en muy triste fortuna, cuando ocurrió el restablecimiento de la constitución, y las consecuencias que produjo, vinieron a abrir un campo a su ambición de gloria, honores, representación, celebridad y riqueza”, bien apunta José María de Liceaga.

Así se da el nuevo orden de cosas, la falta de moderación que había en los causantes del nuevo sistema. Por el Bajío mexicano escuchamos todavía: “Iturbidistas de México, uníos”.

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Juan Carlos Porras
  • Juan Carlos Porras
  • Editor fundador de Grupo Ochocientos y actual director del Centro de Investigación y Estudios Literarios de León (CIEL-LEÓN).
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