Los diputados del Partido Verde Ecologista de México, PVEM en voz de Israel Cabrera Barrón solicitaron al Congreso local que intervenga para llevar a cabo la repatriación de los restos del dictador Porfirio Díaz.
Residentes en el panteón del Monte Parnaso luego de su fallecimiento el 2 de julio de 1915 su tumba es lugar de veneración para los viejos y nuevos adeptos al gran presidente que por su “empeño y bizarría” así como su arrojo para defender sus ideales le consagraron un lugar en la historia nuestra por su manifiesto interés por el afrancesamiento particular y de sus adeptos.
De alto “temperamento político y psicológico, que astutamente supo ocultar bajo una moderación y una sencillez que a veces rayaba en la rusticidad y que hacía pensar a los que lo rodeaban que sería fácilmente manejable por el camino del bien”; Díaz siempre partió de una política utilitaria por aquello de que “era más fácil y seguro gobernar a los hombres aprovechando sus malos instintos para gobernar con una tendencia elevada; que los hombres malos son más fuertes que los buenos y hay que atraerlos aunque sea entregando a los buenos como presa de conciliación; que los hombres buenos, honrados y desinteresados no son fácilmente gobernables, y que los pícaros ponen en manos de los que los saben manejar una prenda valiosa con sus pilladas que los hacen instrumentos utilísimos en el gobierno”.
Pues bien, aquel caudillo, quien cambió su política desde abril de 1867, luego de batallar por muchos lares, con miras a conseguir la presidencia de la República, tuvo un singular aliado en el leonés Francisco Z. Mena siempre a su lado con la lealtad, decisión y honradez que le fueron características, pero que luego se las cobraría al paso del tiempo alejándolo del país.
En noviembre de 1876 Mena entró con Porfirio Díaz a León y luego se hizo cargo del Estado con el carácter de gobernador y comandante militar.
H. Becheren su Tríptico de México (1880) ofrece una descripción atinada del personaje: “Porfirio Díaz de 1876 a 1880 era un soldado republicano, de piel tostada por el sol, de pelo hirsuto, de uniforme gris, de movimientos ágiles, que andaba a pie por las calles (…) no perdía contacto con el pueblo. Al volver a la presidencia un cambio radical se había operado en su carácter. Su pelo era dócil y un tanto ondulado, su piel había aclarado considerablemente, su traje obscuro y elegante, su andar reposado (…) su uniforme ya no era gris, y cada año iba aumentando en suntuosidad”, p. 79.
Así el personaje que defienden los partidarios del PVEM en Guanajuato con sus destorlongos y cursilerías, admiradores de la revolución de Tuxtepec y su treintena de años en el poder, para que sus restos recalen en el Palacio de Bellas Artes, primero, y luego, en el Teatro Juárez para rendirle sendos homenajes.
* Poeta leonés. Editor fundador de Grupo Ochocientos y actual director del Centro de Investigación y Estudios Literarios de León (CIEL-LEÓN).