
Siguiendo una tradición de la derecha española, el gobierno de coalición del PSOE con Unidas Podemos fue catalogado, desde el principio, como “ilegítimo”. Algo propio de una derecha que confunde la patria con su rancho y la nación con su bolsillo.
ETA anunció el “cese definitivo de su actividad armada” en 2011. Sin embargo, el argumento central de la derecha en estas elecciones ha sido ETA. Que ya no existe. Aunque la fuerza descomunal de los medios de comunicación es capaz de resucitar, si es menester, incluso a la Unión Soviética.
El bipartidismo en España va a recuperarse este domingo, pero está herido de muerte. La única forma de que gobierne el PSOE es con Sumar, una fuerza política, heredera de Unidas Podemos y dirigida por la ministra de Trabajo Yolanda Díaz (con una excelente relación con los sindicatos). Sumar ha reunido a buena parte de los fragmentos de la izquierda, si bien al precio de maltratar a la más fuerte, a Podemos. El veto en las listas, entre otros, de la ministra de Igualdad, Irene Montero, así como la relegación en las listas de los candidatos morados, ha hecho que una parte no pequeña de los votantes de Podemos se cuestionen votar a ese conato de Frente Amplio de izquierdas que es Sumar. Esta última semana parecen haberse animado.
Por su lado, la única posibilidad de que gobierne el PP de Feijóo, un mediocre político de Galicia, es con la extrema derecha de Vox, lo que rompe radicalmente con cualquier idea de moderación de la derecha.
Las elecciones están abiertas y puede pasar cualquier cosa, si bien cuatro hechos han golpeado duramente al líder gallego la última semana. Por un lado, la recuperación de una vieja foto suya con un narcotraficante de cocaína, con el que veraneó durante muchos años incluso después de hacerse público que era un delincuente.
Otro tropiezo fue que Feijóo mintió en una entrevista diciendo que el PP siempre había revalorizado las pensiones con la inflación cuando gobernaba. Era falso y la periodista se lo recordó, generando la ira del político del PP. Tercero, Feijóo decidió no acudir al debate a cuatro en la televisión pública el miércoles pasado, en lo que ha sido leído como una “espantada”. Para rematar la semana, el jueves insultó en un mitin a la ministra del Trabajo diciendo que “sabe mucho de maquillaje”, ahondando en un ataque machista repetido.
De las elecciones del domingo puede salir un gobierno del PP con la extrema derecha de Vox, que supondría la incorporación de España a la ola reaccionaria europea, un retroceso brutal en derechos y libertades, una involución en la Unión Europea, una recuperación del conflicto con Cataluña y el País Vasco y una vuelta al enfrentamiento de España con los gobiernos progresistas latinoamericanos -con especial incidencia en México, ya que Vox es una fuerza que ha sido financiada por el Yunque, con el que mantiene excelentes relaciones-.
La otra opción es un gobierno de coalición entre el PSOE y Sumar, apoyado, como en la actualidad, por el independentismo de izquierdas, el Partido Nacionalista Vasco y algunas pequeñas fuerzas locales. Significaría la continuación del que, seguramente, ha sido el mejor gobierno de la historia de España -subida del salario mínimo, rescate laboral durante la pandemia, fin del conflicto en Cataluña, subidas de impuestos a bancos y eléctricas, reforma laboral, ley de eutanasia, ley solo sí es sí, ley trans, ley de alquileres, escudo social, tope al precio del gas, ley de dependencia, fin de la corrupción en el gobierno…-. Será, sin duda, un gobierno complicado donde el malabarista Sánchez tendrá que actuar en un circo de muchas pistas. No será menor que la izquierda querrá avanzar su agenda. Algunos apuntan que las complicaciones podrían devenir en una repetición electoral que, entonces sí, ganaría la derecha-.
Desde una sensibilidad democrática, la alternativa, viendo la deriva trumpista en Hungría, Polonia o Italia -racismo, homofobia, machismo, regreso al neoliberalismo, autoritarismo- hacen a esa opción Frankestein preferible a la opción Nosferatu de las derechas (como las ha llamado José María Lassalle). Vargas Llosa ha pedido el voto para las derechas. Viendo cómo han resultado sus últimas apuestas, quizá sea una penúltima ventana al optimismo.