Los resultados electorales se miden por lo que impiden o facilitan (esencialmente gobernar). También por las expectativas. Por eso la izquierda española siente que ha ganado de manera espectacular, mientras que las derechas, las del “que te vote Txapote”, sienten que han sido derrotadas con ecos que hoy sí justifican recuperar el trágico “no pasarán”.
El PSOE, pese a perder las elecciones, y tras algunas dudas, la noche del domingo celebró. Por eso, Sumar, pese a perder 700.000 votos y cuatro escaños respecto de Unidas Podemos en 2019, celebró. Por las expectativas y los hechos Abascal, con 19 diputados menos, no quería ni salir a saludar a sus votantes. Y por eso Feijóo, pese a ganar las elecciones, tuvo que comerse con cara de Pablo Casado (su defenestrado antecesor en el cargo) cómo los hooligans del PP le interrumpían en el balcón de Génova la noche del domingo para gritar “Ayuso, Ayuso”. Cría cuervos y te sacarán los ojos.
Sumar no ha alcanzado a repetir los resultados de Unidas Podemos en las últimas generales, pero ha detenido la sangría de la izquierda. Los líderes de Podemos, que fueron vetados y relegados en nombre de la voluntad de lograr un mejor resultado, ahora piden cuentas. El declive de Unidas Podemos, es cierto, venía siendo constante, pero Sumar no ha sido la gran solución. Vino a mejorar el desempeño de Podemos, y en nombre de esa voluntad vetó su nombre, su participación en la campaña y a sus líderes más visibles. Sin mejorar su resultado.
Feijóo ha dicho que va a intentar la investidura. No le dan los números. Varios partidos ya le han dicho que no le apoyan. Así que el fracaso está anunciado ¿Por qué esa voluntad de intentar algo imposible? Pues porque el aliento de Díaz Ayuso planea por Génova. Algunos ven en el horizonte una “boda roja” como en Juego de tronos.
VOX le ha echado la culpa de su debacle al PP. Lo cual es cierto, porque se ha llevado muchos de sus votos después de descalificar sus propios acuerdos en muchos municipios y comunidades autónomas.
El PSOE seguirá bajo la dirección de Sánchez; el PP quizá ejecute a Feijóo; Abascal tendrá problemas en VOX; Bildu tendrá la tranquilidad y la generosidad del ganador, mientras el PNV le mira con miedo y sorpresa; ERC y Junts se pelearán por ver quién es más independentista; Sumar tiene todo pendiente y algo parecido le pasa a Podemos.
En la izquierda, el adelanto electoral no dejó espacio para mucha discusión tras las municipales. Sumar le dobló el brazo a los morados aprovechando su debilidad tras las municipales. Los ataques mediáticos y judiciales contra Irene Montero-evidentemente orquestados- hicieron el resto. Todo eso tiene que ser resuelto ahora y es lo que Ione Belarra le ha recordado a Yolanda Díaz el día después de las elecciones. Si Sumar, como han anunciado, se convierte en septiembre en un partido, la construcción de un Frente Amplio volverá a estar pendiente.
El PP y VOX es imposible que sumen. Porque el PSOE no se va a abstener (algo que pedía la vieja guardia socialista, como Felipe González), y porque ni el PNV ni ERC ni Junts per Catalunya les va a apoyar. Aunque solo sea porque el gobierno del PP es con VOX, y VOX ha repetido mil veces en campaña su voluntad de ilegalizar a los partidos independentistas y meter en la cárcel a sus líderes. El franquismo sigue teniendo un largo aliento en la derecha española.
El PSOE puede sumar una mayoría parlamentaria que elija Presidente, pero le va a costar. Sumar, con su actitud conciliadora puede apoyar incluso sin reclamar ministerios. Pero Bildu y ERC, sostenes del gobierno de coalición, van a ser más exigentes, especialmente ERC, que ha pagado un alto precio por su apoyo al gobierno. Queda Junts, cuyo máximo dirigente, Puigdemont, está fuera de España y pronto será, como desea el “partido de los jueces”, prófugo de la justicia. “Amnistía y referéndum”, ha dicho Junts, son las claves de la conversación. No parecen reclamaciones desmesuradas. Estamos en el siglo XXI. Y por votar nadie debiera estar en la cárcel. Pedro Sánchez, que tiene más de equilibrista político que de ideólogo, sabrá encontrar la manera. De cualquier forma, la derecha va a ladrar igual. Si ladran pero se solventa el desangrante “problema catalán”, bienvenido sea el coro ruidoso de la jauría.
El bipartidismo está roto. Los nacionalismos ahí están. Los periodistas corruptos, los jueces corruptos, los policías corruptos, los partidos corruptos y los empresarios corruptos señalaron hace diez años a Podemos como el objetivo a batir. Le han hecho daño, pero no son capaces de matarlo. VOX, que se emborrachó de arrogancia y ha hecho una campaña franquista, ha visto cómo le paraban los pies (en un momento de auge de la extrema derecha en Europa). España ha estado a la altura.
Habrá gobierno de coalición, con una posible solución participativa del conflicto catalán. Y no habrá repetición electoral, a no ser que los partidos concernidos entren en una espiral suicida -ejemplos en la historia los hay-. El muy probable gobierno de coalición va a estar escorado a la izquierda, porque Bildu, ERC y Podemos van a empujar en esa dirección. La derecha va a redoblar sus ataques y a desplegar su ira, los medios de comunicación de la derecha van a aumentar sus apuestas, el partido de los jueces va a poner todos los palos posibles en las ruedas para que el gobierno naufrague. Pero Europa va a salir en apoyo del nuevo gobierno, lo que va a compensar parte de esos ataques.
Si el nuevo gobierno de Sánchez solventa la amenaza de los jueces y los medios, aplaca el conflicto catalán y despliega una buena batería de medidas sociales, seguirá triunfante su rumbo, con apoyo popular, mientras los perros de la rabia ladrarán y ladrarán al paso de sus cabalgaduras. Y eso que en el Quijote no está eso de “ladran, señal de que cabalgamos”. Pero que ladrarán, ladrarán.