Rendición. Un agarrón entre Fernando Alonso y Sergio Pérez por el tercer lugar rescató ayer en Sao Paulo el viejo espíritu de la F1, a la que hemos dejado de admirar como un deporte de alto rendimiento, para verla como un deporte rendido: en tan solo 3 vueltas estos verdaderos pilotos de carreras dieron más espectáculo, pusieron más emoción y fueron más humanos que Verstappen, quien llegó a 17 grandes premios y más de 500 puntos ganados en la temporada. La F1 ya no es un deporte que vemos para saber quién gana, sino para ver quién sabe perder.
Pasión estúpida. Aunque con los productores de televisión argentinos nunca se sabe, damos por auténticas dos notas que circularon con fuerza en redes hasta volverse los memes del fin de semana. En una observamos el principio de la locura y en otra el fin de la cordura. Un niño sobredimensionado explica a un reportero lo que es Boca: “Rifamos la motocicleta de papá y mi “play” para viajar a la Libertadores sin entradas”; el niño acaba de heredar del padre sus enormes deudas con el sentido común. La segunda es más dramática: un padre descamisado llora, curiosamente frente a la cámara, al confesar que hizo el viaje gastando el dinero de las becas académicas del hijo; por si fuera poco, remata: “Agradezco a mi mujer y mi hija todo el apoyo”. La liturgia de Boca, argentinísima, obliga a ver el futbol como una mala comedia y no como un buen drama. La pasión cedió el lugar a la estupidez.
Escala. México es tercer lugar en el medallero panamericano por segunda ocasión consecutiva: Lima fue escala de Tokio y Santiago es la escala rumbo a París. Nuestra futura Delegación Olímpica emociona, en ella viajarán atletas que en los últimos 5 años superaron más obstáculos que los habituales para el deportista mexicano promedio. Los Juegos Olímpicos del 2024 recibirán a una de las generaciones más aguerridas, talentosas y valientes de nuestra historia.