Teoría de la inmortalidad. Una buena parte de Nadal se retiró con Federer, y una parte muy importante de Federer se mantendrá en las pistas mientras dure Nadal. Cuando el deporte interpreta la rivalidad como la capacidad de influir en la sociedad con fraternidad, complicidad y verdad, pasan estas cosas. Durante el fin de semana vimos repetidas por todos los medios a nuestro alcance, las imágenes de Federer y Nadal llorando juntos: uno llora porque está viviendo el final, y el otro porque sabe que el final se acerca. Sus lágrimas explican como pocas la trascendencia de los grandes deportistas: son seres mitológicos que pasan años buscando la inmortalidad, y una vez alcanzada, lloran como cualquiera de nosotros.
Teoría de la gravedad. Brasil y Argentina ganan y golean camino al Mundial, parecen ser las grandes favoritas en este lado del Atlántico. Al otro lado, Alemania no aparece, Inglaterra desaparece, Bélgica desvanece, España enrojece y Francia palidece. Nada grave, cada cuatro años sucede lo mismo, el camino al Mundial es tan largo y rutinario, que a veces olvidamos que se trata de un torneo corto y dinámico: una mala tarde, una noche mágica, una maldita lesión, una aparición, una bendita jugada o una conjura en la concentración suelen cambiarlo todo; incluso cambia la suerte o la razón. La teoría dice que al llegar a la sede mundialista, las selecciones cambian, incluyendo la mexicana: todo puede pasar en Qatar, los grandes equipos se atraen.Teoría de la voluntad. La cabeza del viejo Eliud era una bomba de tiempo en Berlín, manecillas y zapatillas marcaban el ritmo de sus pensamientos: “tic-tac-toc”, iba corriendo en soledad. Al cruzar la meta, el nuevo Kipchoge, con 37 años, descubrió que era 30 segundos mejor que el anterior: había vuelto a romper su tiempo dejando la marca mundial de maratón en 2h 1m 9s. ¿En qué piensa una persona cuando corre? Quizá en dejar atrás la persona que fue, para encontrar en cada paso la persona que será. La mente de un corredor es un poderoso motor de búsqueda, capaz de descubrir fuerzas desconocidas en personas que creíamos conocer. Cuando veo a un amigo, familiar o vecino correr solos, nunca me pregunto a dónde van, sino de dónde vienen.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo