Dos cosas pidió Menotti cuando le ofrecieron el puesto de entrenador en la selección argentina: la primera fue un contrato a largo plazo, por un mínimo de cuatro años, que le permitiera desarrollar modelos y estructuras de trabajo más allá del Mundial; y la segunda, trabajar la base de la futura Campeona del Mundo en 1978, a partir de la formación y puesta en marcha de cuatro selecciones: la Selección del Interior, la Selección Juvenil, la Selección Metropolitana y la Selección de Santa Fe. Al inicio del proceso, Menotti definió la ruta futbolística y geográfica que le ayudaría a encontrar, al final del camino, un equipo ideal. Y así fue.
Tan grande y rico como el territorio argentino, el futbol fue conectando el talento de punta a punta y de arriba abajo durante los años previos al Mundial. Sin definir una selección como la mayor o la nacional, los mejores jugadores argentinos de norte a sur formaron un gran bloque gestionado por la profunda y trascendental visión que su entrenador tenía del juego.
No había nombres comunes entre los cuatro equipos, y cada uno parecía tener su propio programa y calendario de preparación.
De esta manera, Menotti colocó muy alto el listón de seleccionado nacional, al que se le denominó: “absoluto”, evitando polémicas, convocatorias interminables, y un desgaste innecesario de la camiseta albiceleste. Para ser seleccionado argentino, había que ser preseleccionado argentino, sin importar el nombre, la edad, el club o su procedencia.
Puede pensarse que eran otras épocas, que la tecnología que hoy rodea al futbol facilita el análisis de cualquier jugador, o que los contratos comerciales actuales lo impedirían.
Pero en el fondo, el viejo sistema de Menotti para buscar, estudiar, identificar y poner a competir a tantos futbolistas alrededor de un país, es lo que daba verdadera entidad a la palabra “selección”: un equipo que debe repetirse de memoria.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo