Con un mensaje de bienvenida, las redes sociales recibieron al Barça en la Europa League, mientras rodaba por las escaleras de la Champions hasta llegar al sótano. Eliminado del torneo que encumbró a una generación prodigiosa, el tiempo y el continente pusieron las cosas en su lugar.
Atrás quedaron años de liderazgo y una competencia encarnizada con su máximo rival, Real Madrid, que, por diversas razones, ha resultado triunfador de este clásico eterno. Los últimos años, durante la época dorada de Messi y Cristiano, ambas organizaciones lucharon en la cima del futbol mundial manteniéndose como los equipos más ganadores, con mayores ingresos, y mejores audiencias de toda la industria.
El saldo, arrojó un crecimiento exponencial del Barcelona que, tras décadas de rezago competitivo, logró colocarse muy cerca del Real Madrid en popularidad, incluso superándolo en ciertos segmentos y, sobre todo, alcanzando el nivel de equipo estelar en la historia del juego. Se nos ha olvidado, pero antes de Guardiola, Messi y compañía, el Barça no figuraba entre los más ganadores. Se trataba de un histórico del futbol español, pero nada más.
Por eso resulta tan relevante que, ante la debacle del Barça, se reconozca el papel del Madrid para continuar arriba en todos los sentidos: un equipo saneado económicamente, práctico en sus decisiones, disciplinado con sus finanzas, sólido en su estilo, siempre duro y batallador; y referente inapelable del futbol internacional. Sin ser favorito, el Madrid sigue adelante en la Champions como si se tratara del patio de su casa, y lidera el campeonato de Liga con una autoridad ancestral.
Cuando hablamos de grandeza en el futbol, desde luego que debemos etiquetar al Barça, pero hay que empezar a buscar alguna otra definición para esa clase de equipos cuyas dimensiones, además de “grandes”, son una constante en la historia: Real Madrid ha vencido al Barça.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo