Calendario en una mano y estadísticas en otra, las principales ligas europeas salvaron sus temporadas por los pelos. Frenaron a tiempo, aceleraron al salir de la curva y condujeron por instrumentos en un territorio desconocido para el deporte mundial. La Bundesliga, LaLiga, la Premier y la Serie A consiguieron ponerse en pie y al mismo tiempo, se convirtieron en factor determinante en la moral de la recuperación. Ahora que han aparecido los rebrotes y a pesar de los estrictos protocolos sanitarios en cada competición, queda claro que el futbol se estaba jugando al límite. En México, han querido achacarle al futbol sus contagios, comparándolo injustamente con el éxito alcanzado por los europeos en la reapertura de sus ligas, gracias a sus rigurosos controles. Hay un detalle que no debería pasar desapercibido para nadie: los europeos, líderes de esta industria, dejaron caer el balón cuesta abajo por los lomos de la curva, los mexicanos hemos tenido que lanzarlo para arriba.
Con un inicio accidentado en el que lo más positivo seguirá siendo el número de negativos cada semana, los clubes mexicanos, pero sobre todo sus jugadores, dirigentes y empleados han salido al campo para salvar una industria en el peor momento de la crisis sanitaria. Al futbol y al futbolista se les cuestiona muchas veces y con razón, su falta de compromiso. Pero hoy, cuando salen a jugar con un salario recortado, con riesgo de contagio, conservando fuentes de trabajo y generando un producto en las pantallas que permite a otros sectores de esta industria mantener su ciclo productivo sin abandonar sus casas, se les sigue cuestionando lo mismo: insensatez, irresponsabilidad, egoísmo. Al pertenecer a todos, el futbol no deja contento nadie. En las próximas jornadas los equipos seguirán detectando casos positivos. Aunque se hayan recreado burbujas para entrenar, jugar, y transmitir partidos dentro de ellas, el virus ha demostrado que puede colarse en cualquier lado. Domesticarlo parece imposible, pero adaptar nuestro entorno a su amenaza es obligatorio. El deporte como organismo tiene dos salidas: evolucionar, o desaparecer de la tierra mientras esto se arregla. Parece que ha elegido la primera.