Paul Wolchek es un polaco que antes de ser capturado por los nazis, jugaba como delantero para el Dínamo de Kiev. Irreconocible por las llagas de la guerra, la cara hambrienta y con los huesos de armazón, aparece en escena entre barracas, alambre y rejas, mirando a un grupo de aliados ingleses, franceses y estadunidenses, peloteando en el campo de una prisión.
El balón, eje de la historia, cae en sus pies: Wolchek lo controla y por un momento, recupera el alma de futbolista olvidando que la guerra le condena. Otro prisionero, al que llaman Luis Fernández, pide a Wolchek el balón: el polaco lo devuelve con la percha desvencijada de un extraordinario jugador, pero con la clase ilesa.
La secuencia de la película “Escape a la Victoria”, interpretada por Pelé en el papel de Fernández y con Kazimierz Deyna como Wolchek, conmueve por la historia que retrata la verdad.
En la vida real, Deyna es una de las grandes figuras del futbol polaco, marcó más de 100 goles con su selección, ganó el oro olímpico en Múnich 72 y el tercer lugar en Alemania 74 siendo el capitán. Jugaba para el Legia Varsovia, el equipo del ejército. Media Europa quiso ficharlo, Inter, Madrid, United, pero el gobierno prohibió su salida.
Años después, llega Lech Walesa, aquel electricista, y Karol Wojtyla, aquel sembrador, y la carrera de Deyna cambia. Juega algunos partidos para el City, termina en el San Diego Sockers de los Estados Unidos enfrentando al Cosmos de Pelé, y muere en California en un accidente de tráfico hace 33 años.
Deyna, como Wolchek, existió. Cavó, como muchos hombres, aquel túnel de utilería por debajo del Parque de los Príncipes durante la ocupación de París, donde Stallone, Michael Caine, Pelé, Ardiles y Boby Moore escapan de la guerra jugando el partido de su vida contra los nazis.
Vi esta película de niño, una pelota me explicó los horrores de la guerra y el valor de la libertad.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo