Millones de euros después, la historia del PSG, un pobre equipo rico, llega a su última noche: la Final de Champions que se jugará en Lisboa tiene en el cuadro francés al máximo representante de la ilusión qatarí por el futbol.
Dueño de un patrimonio al servicio del próximo Mundial, Qatar puso todo su empeño en desarrollar una estructura que le convirtiera en uno de los principales inversores del juego. El trayecto rumbo a la Copa del Mundo del 2022, y a un posible campeonato europeo a nivel de clubes, ha estado lleno de dificultades, compromisos adquiridos, costos políticos y sociales, gastos acumulados y desilusiones deportivas.
El PSG, como buque insignia del proyecto, ha sido señalado en diversas ocasiones como un Club de Estado que llegó para romper los mercados. Pero detrás de esos códigos de barras que sostienen los capitales árabes existe un espacio para alfombras mágicas, genio, y lámparas maravillosas.
Ese lugar entre el juego y el negocio pertenece al futbolista que encuentra la fortuna en cálidas noches estrelladas. Al PSG le sobraban millones y le faltaban canciones: París, lleno de luces, merecía una de ellas.
Encabezado por Neymar, Mbappé y Di María, el futbol hizo un hueco en la historia para un equipo que había sido condenado por tener dinero. Fue el gusto y la emoción por la pelota, lo más simple que tiene este juego, lo que rescató al PSG de su miseria. La mayor riqueza de este equipo no estaba en sus fichas, premios y salarios, sino en la pasión del jugador a la que es imposible ponerle precio. La última noche será la primera de las próximas mil.
En este corto periodo de tiempo comprobaremos si el PSG tiene el linaje de los grandes Clubes o seguirá malgastando sus monedas en la compra de un prestigio que solo se alcanza con talento y entrega. El futbol merece un campeón auténtico y apasionante como este PSG, el de antes tenía una enorme deuda.