Se cayó el sistema.
Eliminada en fase de grupos, Uruguay abandonó Qatar como un equipo de barrio: tiró puñetazos, jaló camisetas, lanzó patadas y al cruzar el túnel, golpeó al VAR. El sistema literalmente cayó por los suelos. El derechazo de Cavani, viral y violento, impactó en la caja donde meten un grupo de árbitros cada partido. No hubo sanción y en caso de llegar, parece que será ridícula. En otras épocas, golpear a un árbitro era la falta más grave y la pena más dura que podía cometer y sufrir un futbolista; pero la influencia del VAR, exacta dentro del campo, no tiene la misma exactitud fuera de él.
No dar pie con bola.
Gareth Bale, Cardiff 1989, recorrió de punta a punta el Reino Unido con la velocidad y resistencia de Steve Ovett y Sebastian Coe, legendarios fondistas británicos. Bale, un futbolista criado en una pista de atletismo, confundió durante toda su carrera la vocación con la profesión: amaba correr, pero no soportaba hacerlo con un balón pegado a los pies. Solitario, como todo corredor, no supo formar parte de un equipo, ponerse la camiseta, ni sacrificarse por el compañero. La trayectoria de este descomunal atleta en el mundo del futbol, es la teoría que confirma la regla; para jugar al balompié, hay que tener en cuenta las dos cosas. Bale se retira como uno de los futbolistas mejor pagados y ganadores de la historia: sin haber dado pie con bola, se lleva cinco Champions y millones de euros.
El país de nunca jamás.
El Scratch jamás podría ser dirigido por un argentino, la Albiceleste jamás podría ser dirigida por un uruguayo, la Garra Charrúa jamás podría ser dirigida por un alemán, la Mannschaft jamás podría ser dirigida por un italiano, la Squadra Azzurra jamás podría ser dirigida por un español, la Roja jamás podría ser dirigida por un francés y Les Bleus jamás podrían ser dirigidos por un mexicano; entonces: ¿por qué un entrenador con esas nacionalidades sí puede dirigir al Tri? La respuesta no está en la elección, sino en la selección.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo