La estatura de un equipo de basquetbol es impactante, mirar esas quintetas desdoblarse en las duelas, bajar del autobús o caminar por un aeropuerto es uno de los grandes milagros de la naturaleza; aunque quizá, son los únicos deportistas sobre la tierra a quienes los dioses concedieron una característica sobrenatural: ser gigantes.
La primera vez que estás frente a uno de ellos te das cuenta que han sido elegidos, después, al verlos jugar, compruebas que se trata de súper atletas que poseen los tres grandes poderes del deporte: más alto, más rápido y más fuerte; los basquetbolistas se mueven como seres imaginarios.
El último en llegar a la NBA, el nido de los gigantes, es un joven de 19 años, 2.20 metros de estatura extraoficial, porque no se sabe si seguirá creciendo; y 2.34 de envergadura: de punta a punta los brazos de Víctor Wembanyama pueden abrazar a toda la Liga.
Seleccionado por los Spurs de San Antonio, al joven centro francés le han colgado tres etiquetas que acabarían con los nervios de cualquier jugador: estrella, redentor y fenómeno.
Wemby, como cariñosamente llaman a este monstruo, tiene la responsabilidad de llevar la NBA a una nueva dimensión. La expectativa alrededor de su debut solo es comparable con el impacto que causaría el retiro de LeBron James: al pequeño Víctor le va a caer encima todo el peso del basquetbol profesional sin pasar por el basquetbol universitario como sucedió con Moses Malone, Shawn Kemp, Tracy McGrady, Kobe Bryant y LeBron James.
Frente a semejante escenario, el reto de San Antonio no solo es con su afición, con su ciudad y con su liga; la franquicia adquirió un compromiso con la historia. Si todo es como parece, los Spurs tienen en sus manos una de las grandes joyas del deporte mundial.
Paciencia, trabajo y sentido común es lo único que queda para saber si Víctor Wembanyama puede convertirse en el último gigante de la tierra.