Preguntaron a Valdano si estaba de acuerdo con lo que Xavi, entrenador del Barcelona, dijo: “El Barça es el club más exigente del mundo porque tiene la obligación de ganar jugando bien, y esto, es lo más difícil”; a lo que contestó: “Por supuesto que el Barcelona no es el club más difícil del mundo, el más difícil del mundo es aquel que tiene la obligación de ganar siempre, y ese, es el Madrid”.
Durante años se ha discutido sobre la inigualable resistencia de este equipo a la derrota, y admirado por su correosa piel para soportar la presión. Tiene razón Valdano, que lo ha vivido en carne propia como jugador, técnico y directivo, al subrayar como la única seña de identidad del madridismo más puro, el compromiso de ganarlo todo y ganarlo siempre. La Champions, que suele poner las cosas en su lugar, volvió a enseñarnos que el Real Madrid es una de las pocas organizaciones deportivas en el mundo capaz de alinear la historia con la realidad.
En la misma semana vimos al City renunciar a la defensa de un estilo vanguardista con tal de avanzar de la manera más práctica, al Bayern ser eliminado en su gigantesco campo por un equipo pequeñito, al Atlético entregarse a la especulación desperdiciando su enorme potencial y al Barça perder un torneo de consolación.
Pero al Madrid, como sea y en donde sea, lo volvimos a ver en su estado natural: triunfal. Puede causar antipatía o confundirse con soberbia, pero este club vive con la maldición de ganar: una terrible condición que no admite otra cosa del juego, ni se detiene a pensar en cómo juegan los demás. Parece que el Real Madrid lleva el alma de un equipo humilde, encerrada en la corpulencia de un gigante.
Cuando un club que lo tiene todo y lo ha conseguido todo, sigue luchando con esa fiereza, es porque en el fondo lo único que le queda es ganar para sobrevivir. Tiene razón Valdano, es muy difícil ser siempre el Real Madrid.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo