A veces imagino que el beisbol guarda memorias en cajas de madera que desempolva en los sótanos de alguna ciudad para revisarlas cuando más las necesita: su magia consiste en interminables viajes al pasado. Apoyado en millones de estadísticas, el beisbol tiene la capacidad de traducir los números en relatos fantásticos.
Le bastó un número, el “61”, para contar uno de los capítulos más apasionantes de su historia: la persecución espalda con espalda de Roger Maris y Mickey Mantle a la marca de cuadrangulares de Babe Ruth (60) con los Yanquis de Nueva York en 1927, convirtió el verano de 1961 en una estación inolvidable.
Ruth, obispo del Bronx, volvió a ser protagonista del juego: aquella temporada regresó. Envuelta en polémica por el número de partidos, y nostalgia por la imbatibilidad de una figura sagrada, la cifra de cuadrangulares que alcanzó Maris (61), en una intensa lucha con Mantle (54), finalmente superó la de Ruth. Maris no era el pelotero consentido de Nueva York, su carácter serio y su personalidad poco expresiva, le impiden conectar con la grada como lo hacía con la pelota. La gente había elegido al carismático Mantle como el heredero del escandaloso Babe Ruth, pero Maris, un pelotero sereno, los venció.
El tiempo, que en el béisbol pasa muy lento, pero que es su mejor cómplice, rescata “61” años después los nombres de Maris, Mantle y Ruth.
Un nuevo perseguidor, otro polémico yanqui, encabeza las notas de los reporteros de lápiz, libreta y Olivetti en el Times. Aaron Judge, lleva un ritmo de cuadrangulares a la altura de sus antepasados: 25 en 61 juegos, por 23 de Maris en el mismo número de partidos.
Por si fuera poco, ha producido 50 carreras, su equipo llegó a 50 victorias, batea para .301 y arrasó en la votación del Juego de Estrellas. Ni David Faitelson, ni yo, queremos que supere a Maris, nos quedamos atrapados en los M & M boys y el Campo de los Sueños.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo
