Tener un clásico es tener un tesoro, bien entendida la rivalidad es uno de los principales motores de la industria del deporte, no entenderla es uno de sus principales riesgos.
Grandes rivalidades producen una serie de valores patrimoniales como identidad, memoria, emoción, afición, audiencia, cultura, herencia y beneficios económicos o deportivos; rivalidades interpretadas como una batalla entre dos bandos lo único que producen es la destrucción del rival y acto seguido del deporte.
Una gran rivalidad en realidad es una gran sociedad. Los Celtics no serían el mismo equipo sin los Lakers, los Yanquis sin Medias Rojas, Real Madrid sin el Barça o Boca sin River.
La historia de clubes legendarios, cualquiera que sea, cobra fuerza a partir de costumbres y tradiciones a lo largo de los años. Nadie está obligado a seguir un modelo o una fórmula de éxito, cada quien es libre de escoger el suyo, lo importante es ser fiel al estilo de hacer las cosas que se eligió desde su fundación.
La gran enciclopedia del futbol mundial ofrece muchos ejemplos de originalidad sobre los cuales se construyeron grandes clubes, civilizaciones y por lo tanto, rivalidades. En algún punto de su vida el Barcelona acudió a la cantera, el Real Madrid a la bravura, el Ajax a la formación, el Bayern a la resistencia, la Juve a la solidez, Boca Juniors a la pasión, River Plate a la clase, Milán al desarrollo, el United al orgullo y el Liverpool a su pueblo.
La vigencia de todos ellos depende de la defensa de sus orígenes primero en casa y después lejos de ella.
Ninguno de estos equipos tiene marcha atrás, un Club con historia es una organización que resiste el paso del tiempo: por eso se les llama clásicos.
Para que un partido se convierta en clásico se necesitan una serie de factores sociales que van desde código postal, hasta el código genético, pero sobre todo, se necesitan años de derrotas y triunfos en común.