Del fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, el cartujo no admite ninguna duda, es intachable, generoso. Humilde incluso, si consideramos la humildad como sinónimo de moderación.
¿Quién podría reprocharle algo al virtuoso funcionario? ¿Su familia política? ¿La comunidad académica y estudiantil de la Universidad de las Américas en Puebla? ¿Los investigadores del SNI del Conacyt, orgullosos de tenerlo entre sus pares? Nadie. Y menos cuando desde lo más alto del poder se decreta su integridad, y él, satisfecho, sonríe.
En su libro Alguien habló de nosotros (Contraseña Editorial, 2020), colección de breves y luminosos ensayos para días sombríos, Irene Vallejo escribe: “Nuestro matrimonio con las leyes oculta muchas veces un inconfesado anhelo de infidelidad. Reconocemos la utilidad del sistema legal, pero envidiamos a quienes tienen el poder de actuar impunemente”.
Como acostumbra hacerlo, Vallejo acompaña su reflexión con un ejemplo tomado de los clásicos. Narra un encuentro entre el ateniense Solón y Anacarsis. “llegado desde los territorios de la actual Rusia”. El primero defendía el respeto a las leyes como vía ineludible para la convivencia y la justicia. El segundo, riendo a carcajadas, respondía: “Las leyes son simples telarañas que detienen a las moscas y dejan pasar a los pájaros. Las leyes enredan un poco, pero lo grande lo rompe y se escapa”.
El fiscal está consciente de ello: las leyes son para quienes se ven obligados a obedecerlas, no para quienes saben y pueden burlarlas. Así ha sucedido siempre en nuestro país, así sucede ahora cuando un “acuerdo” transgrede la Constitución y anula la transparencia, y con una frase desde la cúspide se pretenden conjurar las sospechas sobre los amigos y colaboradores de un régimen fincado no tanto en los buenos resultados como en la popularidad, tan engañosa como efímera.
El fiscal no está solo en el desdén o el abuso de las normas, lo acompañan muchos otros, entre ellos quienes, al margen de cualquier reglamentación, se empecinan en destruir instituciones como el CIDE, ejemplarmente defendida por su comunidad.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.
José Luis Martínez S.