En 1978 fue estrenada la primera película de la saga Halloween, donde un niño de seis años, Michael Myers, vestido con el disfraz de payaso con el que pidió dulces durante la Noche de Brujas, asesina a su hermana mayor con un cuchillo que toma de la cocina.
Myers es recluido por 15 años en un hospital psiquiátrico, del que se fugará un 30 de octubre para regresar a su casa, en Haddonfield, Illinois, a matar a su hermana Laurie.
Halloween marcó un hito en el cine de horror hollywoodense, al abordar las andanzas de un homicida demente actuando en una de las festividades más comerciales de Estados Unidos.
Contrariamente al psicópata de la película, que requiere de un disfraz para matar sin ser reconocido, en la vida real existen delincuentes que se despojan de su antifaz de sanidad mental para cobrar víctimas en la celebración mencionada.
En el Halloween de 1974, en Pasadena, Texas, el niño Timothy O’Bryan, de ocho años, recibió un caramelo Pixy Stix de manos de su padre, Ronald Clark O’Bryan, que aparentemente premiaba así a su hijo después de una ardua jornada pidiendo “truco o golosina” en el vecindario.
Fue el último dulce del niño, quien murió camino al hospital. La autopsia reveló que el Pixy Stix contenía cianuro. ¿Qué padre mata a un hijo de esa manera? Uno como Ronald, que estaba ahogado en deudas, y había contratado un seguro de vida para el pequeño Timothy.
La noche del 31 de octubre de 1979, Shirley Ledford, de 16 años, pedía aventón a los clientes de una gasolinera en Sunland-Tujunga, un suburbio de Los Ángeles, después de haber asistido a una fiesta de Halloween.
La joven subió a una sucia camioneta tras de reconocer el rostro de uno de sus ocupantes, Lawrence Bittaker, quien frecuentemente desayunaba en el restaurante donde ella trabajaba como mesera.
Bittaker, junto con Roy Norris (el otro ocupante), secuestraron, violaron, torturaron y asesinaron a cinco adolescentes femeninas que solo pedían aventón.
Bittaker y Norris formaron una sociedad que fue conocida por los medios como Los Asesinos de la Caja de Herramientas, pues su forma de infligir dolor y matar era a través de picahielos, desarmadores, pinzas, objetos que nunca deben faltar en cualquier hogar que se precie de serlo.
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