Si bien existen asesinas seriales, también hay mujeres que deciden matar de forma masiva, como son los casos de Nasim Aghdam, que en abril de 2018 disparó contra la sede de YouTube en Silicon Valey, hiriendo a tres personas para después quitarse la vida.
Por su parte, Brenda Spencer, de 16 años, decidió combatir la aburrición que le causaban los lunes con un rifle que le regaló su papá. El 29 de enero de 1979, Brenda practicó el tiro al blanco con los niños que ingresaban a la escuela ubicada frente a su casa. Murieron el director y el conserje de la escuela.
Laurie Dann creció en una familia acomodada de Chicago. Sin embargo, ya en la edad adulta, trabajó de cajera de supermercado y después de niñera.
El 20 de mayo de 1988, después de varios días de no tomar sus medicamentos, Laurie colocó arsénico en cajas de cereal, que repartió entre los niños que cuidaba, los papás de esos niños, su ex marido, su psiquiatra y algunas fraternidades de la Universidad del Noroeste. Nadie resultó fatalmente intoxicado.
Más adelante, Dann manejó hacia la escuela elemental Hubbard Woods. Al llegar, ingresó a un salón. La maestra pensó que se trataba de una madre de familia que deseaba tratar algún asunto escolar y la invitó a tomar asiento.
Minutos después, Dann abandonó el salón de clases, se escondió en el baño de varones y esperó. Al entrar el niño Robert Tross, de seis años, este fue recibido con dos disparos. El menor sobrevivió.
Dann regresó al salón de clases, ordenó que colocaran a los niños en un rincón del salón. En vez de eso, la maestra salió del salón a solicitar ayuda. La mujer aprovechó la oportunidad, apuntó a la cabeza del niño Nick Corwin, de ocho años, y accionó el gatillo. Corwin murió de forma instantánea.
Dann salió de la escuela subió a su auto, pero no llegó lejos: chocó contra un árbol. Continuó su camino a pie, eligió una casa y dijo que había sufrido un accidente y necesitaba hacer una llamada.
Al ver que la intrusa tenía un arma, el hijo mayor de la familia intentó quitársela, pero Dann le disparó en la cara.
Acto seguido, Laurie Dann, quien miraba hacia todos lados, como buscando un referente de la realidad, se sentó en la escalera, colocó el arma en su boca y jaló el gatillo, para así poner fin a su angustia.
