En noviembre de 1964, en Boston, un hombre tocó la puerta del departamento de una mujer que vivía sola. Una vez en el interior, la inquilina fue maniatada y posteriormente manoseada por el individuo.
Una vez que se sintió satisfecho, el intruso se despidió con cortesía y se marchó. El extraño jamás ocultó su rostro. Los uniformados mostraron a la agredida la fotografía de un hombre que años atrás había sido detenido.
El sospechoso era llamado por los agentes El medidor, pues se hacía pasar como empleado de una agencia de modelos para ganarse la confianza de mujeres que deseaban ser famosas.
El medidor fue detenido. Todo apuntaba a ser un caso más de parafilia, sólo que un agente señaló que el acosador era el “hombre de los pantalones verdes” que había sido visto el día que asesinaron a Sophie Clark.
El caso dio un vuelco. La policía detuvo a Albert DeSalvo, de 33 años, quien confesó haber violado y matado a 13 mujeres, cuyas edades iban de 19 a 85 años.
Independientemente de si DeSalvo fue el verdugo de las 13 féminas –hay mucha controversia en torno a este episodio criminal—, quien haya sido El estrangulador de Boston siempre entró por la puerta principal a los departamentos de las víctimas.
Nativo de West Virginia, Bobby Joe Long tenía una sexualidad exacerbada, lo que le costó el divorcio, pues su esposa no pudo aguantar un ritmo de al menos seis relaciones por día.
Primero en West Virginia y luego en Long Beach, Long violó a decenas de mujeres con el método de los anuncios clasificados de electrodomésticos: contactaba a sus víctimas, acudía al domicilio indicado, y si la anunciante estaba sola, era violada, golpeada y robada.
Robert Joseph Long fue un violador serial que entraba por la puerta principal de las casas. Cuando decidió matar, en 1984, dejó atrás el método de las puertas y comenzó su cacería en los bares de la Bahía de Tampa, en Florida.
Richard Trenton Chase, El vampiro de Sacramento, asesinó a seis personas —a las que extrajo la sangre—, cuatro de ellas en el interior de sus viviendas. Chase no tocaba la puerta. Él caminaba por los corredores, accionando los picaportes. Cuando encontraba uno que le permitiera el acceso, el vampiro entraba, pues quería decir que “había sido invitado”.
José Luis Durán King