Era una extensión grande, que su dueño construyó en un área adyacente de la casa ubicada en el número 25 de la calle Cromwell, en Gloucester, Escocia. Cuando la policía entró por vez primera a ese inmueble oscuro, encontró un escenario de muerte, mutilación y aroma a descomposición.
Esta singular “cámara de los horrores” era más bien obra negra, burda, con puertas que hacía mucho habían perdido el propósito para el que fueron construidas y que ahora estaban tapiadas con ladrillo blanco.
En las paredes escarapeladas había dibujos de personajes parecidos a los de Toy Story. ¿Quién dibujó esos trazos a colores? Hasta la fecha ignoro si algún medio ha desentrañado el misterio de esa autoría.
Y, finalmente, el patio de esa prolongación arquitectónica… Fue ahí donde las autoridades conocieron los horrores aplicados por Frederick y Rose West, dos monstruos sexuales, sádicos y ultraviolentos, quienes en un periodo de casi 20 años torturaron y dieron muerte a varias jóvenes, sin tener empacho de maltratar a sus propias hijas cuando no encontraron víctimas propicias.
Enterrada en esa extensión, la policía rescató la cabeza de una mujer envuelta en varias capas de cinta de grabación con un tubo insertado en la boca que le permitía respirar. ¿Cuál era el propósito de ese dispositivo? Evitar la sofocación durante los ataques sexuales.
Asimismo, el equipo forense, al analizar diversos huesos de las víctimas, señaló que los tejidos suaves fueron desollados con paciencia aterradora, concluyendo que las mujeres sufrieron mutilación mientras les quedaba un poco de vida.
Los representantes jurídicos pusieron atención especial en los huesos pequeños. Explicaron que, en la labor de desmembramiento, West era un tipo escrupuloso.
Sin variar en su ritual, Fred West removía los dedos, pies y manos, antes de cincelar las rótulas de las víctimas. Una de las jóvenes sufrió la mutilación, con algún instrumento punzocortante, de su hombro. Dicha operación, indicaron los especialistas, fue realizada en vida y como una especie de tortura ceremonial.
Los huesos referidos, separados del sistema esquelético, no se hallaron entre los restos de las víctimas sino diseminados por diferentes rincones de la casa, un indicador de que la remoción se hizo no solo para infligir un dolor inimaginable, sino con propósitos mágicos.
Frederick West y la que sería su segunda esposa, Rosemary Letts, se conocieron el 29 de noviembre de 1968, cuando ella acababa de cumplir 15 años.
Pronto, la pareja de esposos se dio cuenta que compartía algo más que sentimientos melosos. Fred y Rose West deseaban, cada uno por su parte, convertir en realidad sus oscuras fantasías sexuales.
Solvente y soluto se unieron, creando una solución que incluyó pornografía, prostitución y sadismo, juegos en los que fueron incluidas las hijas del matrimonio.
Al ser detenido, Fred fue acusado de 12 asesinatos y Rose de 10, aunque ella nunca aceptó la responsabilidad de sus actos.
Sin embargo, la mayor acusación en contra de Rose West vino precisamente de un mensaje hallado en las paredes del calabozo de la calle Cromwell, escrito por su hijastra Anne-Marie West: “Me recuerdo a mí y a Charmaine (su hermanastra) acurrucándonos, pensando que los brujos vendrían después por nosotras”.
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