A veces los trozos de la vida social pueden expresarse de distintas formas, sobre todo cuando la política y lo social se convierten en historia. Así sucede que las calles de los conglomerados humanos (rancherías, pueblos, ciudades) se van llenando de nombres de héroes locales o nacionales (personajes patrios al fin) que tratan de una u otra forma (sobre todo desde el poder) de guardar la memoria de hechos o personajes que aportaron a dicho conjunto humano.
Nos encontramos calles con los nombres de Miguel Hidalgo, José María Morelos, Benito Juárez, Juan Álvarez, Francisco I. Madero y Francisco Villa, y en un exceso de partidismo: Luis Donaldo Colosio o Manuel J. Clouthier.
Igualmente las tenemos con el título de Independencia, Reforma, o Revolución, que marcan los grandes segmentos históricos del México independiente. Faltarían algunas con nombres tan rimbombantes como “PRI”, “PAN”, “MC”, “PRD”, “PVEM” etc., según el partido que ha estado en el gobierno. O “Nacionalismo Revolucionario”, “Desarrollo estabilizador” o “El petróleo es nuestro y nos sacará del tercer mundo”.
Igualmente encontramos localidades y pueblos que llevan nombres indígenas, otros cristianos (sobre todo de santos: San Francisco, San José, San Antonio, De Guadalupe, etc.) que luego de la revolución muchos de esos nombres se volvieron laicos, para volverse a retomar las denominaciones originales cristianas ochenta o noventa años después.
Todo esto viene a cuento porque en días pasados me llamó sumamente la atención recibir un paquete desde China con algo que compré y que traía el siguiente domicilio del remitente que lo enviaba: “Al lado del supermercado de carácter moral de la puerta norte en el distrito sur del Hogar de la Armonía, en la calle Rucheng”. ¡Vaya identificación del lugar donde habita la persona que lo envío!, alguien de nombre “Ma”.
Todavía no tengo claridad sobre qué querrá significar “un supermercado de carácter moral” pero sí creo entender que significa el “Hogar de la Armonía”. Esta última, maravillosa expresión de la que a veces adolecemos las mujeres y hombres que habitamos este hermoso planeta. Nos pasamos la vida tratando de encontrar la armonía (y no me refiero a la musical), pero siempre peleando con otras u otros por diversos intereses y cosas materiales. La esencia humana documentada por siglos ha sido la guerra y el despojo, no la armonía.
Muchas calles en Guadalajara -y me supondría que en otras ciudades y pueblos de México- llevan nombres como Esperanza, Abundancia, Concordia, Serenidad, Ilusión, Felicidad, etc. pero no conozco ninguna que se llame Armonía. Característica de la que adolecen la mayor parte de hombres y mujeres que se dedican a detentar el poder sobre los demás (incluyendo a laicos y religiosos).
Muchas calles del país igualmente llevan nombres como Territorio Nacional, Bandera Mexicana, Himno Nacional, Lábaro Patrio, etc. pero tampoco conozco ninguna dedicada a la Paz, la No violencia, o los Derechos Humanos. He ahí una de muchas tareas pendientes.
Pero lo que me deja más contento es saber que en algún lugar del mundo hay “supermercados de carácter moral” que no sé qué vendan, pero que bueno, (buenísimo), sería que la moral y la ética se pudieran adquirir para dársela -y regalársela en abundancia- a quienes más la necesitan: nuestros gobernantes y políticos que más bien parecen alumnos avanzados del florentino Nicolás Maquiavelo, que interesados en “lo” moral.
Y para muestra está el pasado y el presente. En cualquier lugar del mundo “se cuecen habas” al respecto. ¿Y en México? En México debiera existir ¡una cadena nacional de este tipo de supermercados! Con miles o cientos de miles de sucursales. Como necesitamos a la moral. Asómese a las noticias y los periódicos y lo comprobará.