Los fríos del muy moderado inviernito tapatío, idos, casi. Los calores tórridos que amenazan primavera, aún lejanos, esperemos. Un año nuevo que ya no lo es tanto. Vientos del oeste, volátiles, impredecibles, del mes segundo, regresan a estas tierras. Levantan, se alzan por encima de nosotros. A ras de tierra, nos vuelan en la cabeza, nos envuelven en polvos y hojarascas, lastiman ojos.
Un tiempo que nos activa, año joven, aún tempranero, optimista. De sol generoso que comienza a calentar, pero que aún no quema, matizado por los aires frescos de febrero. Las tardes se alargan, recuperan teatralidad, ¿por el resto del año? Los colores dominan de nuevo, tras el enero gris, en la ciudad colorida. Los brillos también, ciudad de destellos. Los árboles rescatan frondas, verdean. Las primaveras estallan, amarillos radiantes anticipan temporadas floridas. Clima bonito, apacible, inspirador; las personas animadas, van de prisa, corren de un lado a otro, ¿vuelan?
La ciudad recupera su actividad de siempre, el frenesí constante, el caos conocido, los traslados innecesarios, ¿ociosos? ¿Podrán ahorrarse algunos, o de preferencia muchos? ¿Evitar el exceso de los ya tradicionales atorones que caracterizan el nuevo paisaje urbano de esta ciudad? Un poco menos de contaminación y ruido, ¿será mucho pedir?
“Mes purificador”, le llamaron los antiguos romanos, el mens “de la expiación”. Quizá por eso todavía nos libra, con su frescura y buen clima, de padecer tantos errores urbanos, disimulando fealdades, y yerros arquitectónicos por todos lados. Engalanando la ciudad, como la quisiéramos el año entero; como no la tendremos todo el año. Ni modo, estaba escrito en una ciudad que perdió rumbo hace décadas, en la que no se vislumbra, pronto, un camino preciso. ¿Podremos lograrlo algún día? ¿Y si nos ponemos a trabajar de una buena vez para conseguirlo?
Con su aura benefactora, febrero trae ofrendas, quizá hasta inmerecidas, hacernos sentir bien es una. Y así, esta Guadalajara nuestra, tan emproblemada y complicada a ratos, nos acerca, aunque sea por un momento, al paraíso.
José Javier Gómez Álvarez
