Política

Claudia por el ojo de la cerradura

Intentar descifrar lo que podría ser la naturaleza de la presidencia de Claudia Sheinbaum a partir de lo que dice y hace, es lo mismo que mirar por el ojo de una cerradura y querer entender lo que pasa en una habitación. Se ven fragmentos de lo que se mueve y trozos de cosas, se escuchan palabras sueltas de lo que se habla. Algo así son las posiciones y planteamientos que la candidata está obligada a ofrecer en discursos y posicionamientos a lo largo de sus giras. No es que sean pistas falsas o erróneas, de la misma manera en que no lo es lo que percibimos por una rendija, pero dista de ofrecer una perspectiva cabal de lo que será su gestión el próximo sexenio. De hecho, insistir en interpretarlo así a toda costa, incurre en el riesgo de sobredimensionar las implicaciones o extrapolar significados equivocados.

¿Por qué? Primero, por la naturaleza de toda contienda electoral. Las reglas no escritas son prácticamente universales, y operan lo mismo en Polonia, Estados Unidos, Uruguay o México: cuando uno de los jugadores lleva una clara delantera sobre su rival no hace alusión a su perseguidor, no entra en polémicas ni sube al ring a su opositor. Ello equivaldría a ponerlo sobre su mismo plano, algo absurdo cuando se combate desde un terreno más alto. Bajo esa lógica, difícilmente escucharemos a Claudia Sheinbaum responder a las interpelaciones de Xóchitl Gálvez o discutir su proyecto de país en oposición al de la panista. En el mejor de los casos cuestionará al bando “conservador”, pero haciendo pocas o ninguna alusión a la hidalguense. Xóchitl hará justamente lo contrario. Intentará confrontar sus propuestas con las de Claudia y buscará cobrar factura mediática a su silencio. Y lo que vale entre el primero y el segundo lugar vale para la relación entre el segundo y tercero. Es decir, Xóchitl no va a estar hablando de Jorge Álvarez Máynez, el candidato del MC, muy distante de las otras dos punteras. Y, dicho sea de paso, el ataque en contra de las posiciones de la panista no lo hará Claudia, pero sí Álvarez Máynez a lo largo de toda la campaña.

Otra regla no escrita que matizará el discurso de Claudia es que el puntero no arriesga votos. Si un candidato tiene en encuestas la cantidad suficiente para ganar, lo único que le interesa es no testerear la mesa. Por supuesto que hará lo posible por hacerse de votos adicionales, pero no a costa de poner en riesgo a los que ya tiene. Las propuestas de Sheinbaum serán mesuradas y muy centradas en las expectativas del grueso de sus simpatizantes. Caso contrario al de Xóchitl, que tendrá que hacer esfuerzos denodados para ir por otros votos, así sea estirando propuestas y visiones políticas e ideológicas. De allí la naturaleza a ratos contradictoria de alguno de sus planteamientos.

En los debates que habrán de venir se reproducirá este mismo patrón. Muy sobrio de parte de Claudia, poco o nada agresivo, salvo en términos muy genéricos y sin alusiones personales. Xóchitl tendrá que arriesgar y jugarse el todo por el todo en esos momentos. El que va perdiendo dos a cero debe recurrir a una estrategia más “agresiva”, aunque la exponga a perder por goleada. A veces funciona, en otras resulta perjudicial.

Recordemos el caso de Ricardo Anaya en su debate con López Obrador.

Sabiéndose en desventaja, el candidato panista apostó a la temeridad. Sus estrategas quisieron imitar el incidente que poco antes se había suscitado en la confrontación entre Donald Trump y Hillary Clinton, cuando el republicano decidió aproximarse a ella a unos centímetros de distancia y soltarle denuestos y acusaciones. Entre la sorpresa y el amedrentamiento, las cámaras registraron un instante de debilidad de la demócrata que, a ojos de los observadores, resultó muy poco presidenciable. La imitación de esta estratagema por parte de Anaya resultó contraproducente: se acercó a López Obrador interpelándolo y señalándolo de manera intimidante, pero el tabasqueño respondió de forma inesperada. Soltó lo de Riki rikin canallín y le pidió que se alejara para no poner en riesgo su cartera. Seguramente eso no cambió el resultado de la elección, pero tuvo un costo. Anaya nunca pudo desprenderse del nuevo mote.

La segunda razón por la cual Sheinbaum mantendrá un perfil discreto, por lo que toca a su estilo personal de gobernar, es el hecho de que constituye la heredera de un liderazgo extraordinariamente ligado a la persona de López Obrador. Los niveles de aprobación del mandatario son tales y el poder sigue tan centrado en su voluntad personal, que no tiene ningún sentido político acentuar, en este momento, las peculiaridades que experimentará su versión de la 4T. Con esto no quiero decir que Claudia podría incurrir en una traición al obradorismo, ni mucho menos. Estoy convencido de su lealtad al fundador del movimiento y a las banderas que enarbola. Pero es una mujer con personalidad y carácter, de extracción más urbana y moderna, científica por vocación y con una trayectoria profesional paralela a su carrera política. Es decir, su caja de herramientas es distinta a la de su predecesor y, por ende, aun cuando intente continuar obra y rumbo, su manera de trabajar será diferente. Nos lo dice entrelíneas, pero sin ningún ánimo de exhibirlo. Quienes aseguran que ella será un títere simplemente porque no critica a López Obrador, no han entendido lo que es una campaña o, para el caso, la lealtad política de manera razonada.

El mayor contraste con el estilo de López Obrador reside en su interés en deslindarse de la confrontación y su insistencia en el envío de señales conciliadoras a los distintos sectores y no solo a las bases de apoyo del obradorismo. Con ello Sheinbaum ha intentado desembarazarse de la imagen de radical que le endilgaron dentro y fuera de Morena durante el proceso interno. Desde luego también hay límites a esa estrategia pendular o de apertura indiscriminada, al menos en este momento. Un exceso en esa dirección puede generar resistencias en las corrientes más ideológicas del movimiento. No comprometería su elección, ni perdería votos en ese segmento, porque nadie puede rebasarla por la izquierda, pero podría sembrar yerbas perniciosas en su relación con núcleos duros del obradorismo. Recursos políticos que podría echar en falta cuando su gobierno necesite el apoyo de la calle.

Con todo lo anterior simplemente quiero decir que las señales que emite Claudia Sheinbaum, por ahora, dan cuenta esencialmente de su estrategia para llegar lo más fuerte posible a los comicios. Y la verdad, lo está haciendo bien, porque está funcionando. Pero el diseño de una campaña es distinto al diseño de un ejercicio de gobierno. Ofrece atisbos, pero solo eso. Mejor entenderlo así que extraer conclusiones categóricas de planteamientos que, en realidad, tienen como propósito ganar una elección, no gobernar a un país. Por ahora.


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Jorge Zepeda Patterson
  • Jorge Zepeda Patterson
  • Escritor y Periodista, Columnista en Notivox Diario todos los martes y jueves con "Pensándolo bien" / Autor de Amos de Mexico, Los Corruptores, Milena, Muerte Contrarreloj
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