Cultura

Prosa de arte

Me gusta que en italiano se llame prosa de arte al ensayo personal, a los párrafos íntimos que dictan el corazón y la memoria que no se proponen como tratados filosóficos, sino que son más cercanos a la grandeza del aforismo, la reflexión en tinta que no reniega del humor y que normalmente son la sustancia de la crónica o columna de periódico escrita en agua o aire. A esa prosa de arte le llamó Manganelli improvisos para máquina de escribir, y de esa pulpa está conformada la obra de Renato Serra.

Celebro la publicación de Examen de conciencia de un literato, con el que nace Ai Trani Editores, pues se trata de un esfuerzo independiente y heroico por traducir al español textos de autores italianos fundamentales —o fundacionales— que en realidad no se conocen fuera de Italia, y porque todo afán por lanzar un proyecto editorial en épocas turbias de amnesia y estulticia merece no solo encomio, sino aplauso. Fabrizio Cossalter es un amante puro de la literatura que lleva ya buen tiempo comparando letras italianas con Hispanoamérica a través de sus clases en la UNAM, y ahora se ha lanzado —con Rodrigo Jardón Herrera— a la traducción de una entrañable cartilla moral: el Examen de conciencia de un literato, que Renato Serra dejó como muestra de lo que sería una larga y luminosa obra, de no haber caído muerto hace exactamente un siglo en las trincheras de la Primera Guerra Mundial.

La edición reúne —aparte de una lúcida nota del editor Cossalter— una conmovedora crónica de Serra titulada "Salida para Libia de un grupo de soldados" (escrita al filo de enlistarse él mismo en un torbellino al que un valiente no podía dar la espalda, aunque su alma se opusiera a la locura del conflicto), el ensayo de pura prosa de arte que da título al libro (que son, ni más ni menos, las páginas que un escritor de a de veras escribe sobre el espejo para intentar retratar el peso, perfil y ponderación de su vocación), y un fragmento de su "Diario de la trinchera", donde todo lector queda sumergido entre lodo y metralla en las palabras de un escritor circunstancialmente uniformado, más armado de pluma que de rifle.

El volumen cuenta, además, con un brillante epílogo firmado por Massimo Rizzante, discípulo y traductor de Milan Kundera al italiano, que sabe mucho y bien de Serra y de todos aquellos escritores italianos que forjaron una literatura seriamente comprometida con la página misma, con las madrugadas abiertas donde el poeta se vuelve también crítico de sí mismo y de todo lo que le rodea, y pone por delante la propia aorta, conciencia en ristre, palabras en pensamiento... y el alma en un hilo.

Renato Serra murió en julio de 1915 a las faldas del Monte Calvario a las afueras de Gorizia, ciudad trágicamente emblemática para todo absurdo de esa llamada Gran Guerra. Era joven y profesaba la religión de las letras, convencido en la fe inquebrantable de que la lectura abre las ventanas de toda vida, y plenamente consciente de que ese Mundo del ayer que bautizó Stefan Zweig llegaba a su fin en un marasmo de cataclismos culturales. Que hable Renato Serra de "El sentimiento de pérdida, de no poder recordarlo, ni decirlo, ni comprenderlo todo, el sentimiento de las cosas que se escapan a la conciencia parada en un punto, que se pierden, que se desvanecen, que no podremos revivir nunca más, tiene su raíz en un mundo en donde nadie se pierde, en lo eterno, que aun entrando en nuestro tiempo y volviéndose efímero sigue siendo, en sí, eterno. Y todo el flujo heraclíteo, que me asusta, el infinito que me arrebata en cada punto del universo, el pasado que no regresa, los muchos pasados que se unen el uno al otro, todo se resuelve en lo uno y en lo idéntico. Una cosa no es la otra, pero continúa la otra. Sin embargo, no hay cosas. Aquí estoy yo (...) y ya no tengo ganas de pensar. Regreso entre los hombres. Entre las mujeres. Las palabras no dicen (lo que dicen los ojos, el cuello, los cabellos). Cuando la vida retorna, cesa la contemplación (la sangre quema, los ojos ya no miran el cielo y la tierra, acarician lo que está cerca). Salida. Regreso. ¿De dónde? ¿A dónde?"... y el lector, aquí y ahora, responde: todo eso que usted miró y transpiró en tinta no lo borró la sangre ni se escribió en vano. Son las verdades que se escuchan claramente en silencio, incluso en la callada confusión de otras trincheras.

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Jorge F. Hernández
  • Jorge F. Hernández
  • Escritor, académico e historiador, ganó el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández por Noche de ronda, y quedó finalista del Premio Alfaguara de Novela con La emperatriz de Lavapiés. Es autor también de Réquiem para un ángel, Un montón de piedras, Un bosque flotante y Cochabamba. Publica los jueves cada 15 días su columna Agua de azar.
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