Hace un año el fantasma del coronavirus se veía muy lejano.
Inclusive el mismo Presidente López Obrador animaba a la población a salir y consumir en restaurantes y fondas, como se difundió en algunos videos, donde degustaba sus alimentos en compañía de la dueña de una fonda.
El mensaje era que la economía se puede detener, si no existen consumidores que la activen.
Y efectivamente es cierto. Mucha gente siguió su vida normal, como si no tuviera el enemigo acechando, mismo que fue permeando poco a poco en la sociedad, sin distinción de clases sociales ni de religiones.
Las advertencias venían de todas partes del mundo. México tuvo la gran oportunidad de prepararse oportunamente, con los protocolos de seguridad más elementales, como promover la sana distancia y exigir el uso del cubrebocas, aunado a restringir o prohibir eventos masivos, al inicio de la pandemia.
Si bien es cierto, a la postre se exigieron dichas medidas, pero ya fue demasiado tarde.
Lo que antes veíamos muy lejano, y hasta nos hacía dudar de la existencia del bicho, en estos momentos -finales del 2020 y principios de 2021- lo estamos viviendo diariamente, al enterarnos del deceso ya no de un artista o personaje conocido, ahora nos enteramos del amigo y del familiar más cercano.
Como decía Tonny De Melo, en su libro de Auto liberación, “nadie se despierta con un elefante en su recámara”
Si sabemos que nuestros hijos van a cursar un nuevo ciclo escolar, nos preparamos con los uniformes, y útiles escolares, si sabemos que viene la temporada de calor o frio también nos preparamos con tiempo para recibir el cambio de clima, inclusive al salir de vacaciones, hacemos un ahorro para disfrutar de dicho periodo, sin contratiempos económicos.
En otras palabras, las autoridades mexicanas tuvieron más de un largo año, para preparar a su población, para el tsunami de muertes que estamos viviendo, más las que se están acumulando.
Ronald Reagan decía “prepárate para la guerra para que tengas la paz” Porque esta es una verdadera conflagración mundial, ante un enemigo invisible, que se manifestó al otro lado del mundo y ya alcanzó inclusive al mismo Presidente de la República; y ésta triste realidad se debe, a no basar sus decisiones en la ciencia, más bien en la conveniencia.
