
En el año de 1612 los negros que vivían en la Ciudad de México fueron masacrados por sus vecinos, en una fugaz guerra civil, si es que el concepto se ajusta al conflicto de chilangos contra chilangos. Lo cuenta Mateo Rosas de Oquendo, escritor y aventurero español recalado en México, en un documento que rescató Alfonso Reyes. Digo negros y no afroamericanos ni personas de color por respeto a la crónica de Oquendo, y por respeto al respeto que observó Reyes al transcribirla.
Resulta que a un negro se le salió en la confesión que “los negros de México estaban determinados a alsarse y matar a todos los españoles”, escribe Oquendo. El cura, que era blanco, fue a acusarlo y la autoridad publicó un bando en el que se estipulaba que “ningún mercader ni otra persona bendiese a ningún negro ni mulato, ni mulata, cuchillo, ni arma ninguna, ni pólbora, pena de la vida y de 200 pesos”. Supongo que la pena de la vida venía después del abono de los 200 pesos. Los negros, claro, se rebelaron contra esta imposición y salieron a la calle a protestar, “se desía que estaban por la calsada de la Piedad mil negros y, así como protestaban los iban represaliando: ay munchos a quien ban dando tormento para yr aberiguando de rraís la berdad”, nos cuenta Oquendo.
Los negros, no era para menos, enfurecen y queman las iglesias de Santo Domingo, San Francisco y San Agustín con los feligreses, blancos, dentro. La autoridad considera, ¿cómo no?, que a los negros se les ha ido la mano y resuelve “ahorcar y aser quartos a 27 negros y un mulato, y 6 negras y la mulata Rreyna, que fueron todos 35”. Hacer cuartos significa, efectivamente, descuartizar y, para deslindarse de la espantosa carnicería se aclara que “esta es la justicia que manda hazer su Magestad a estos negros y negras. Mientras tanto otros negros enrabietados, echaron una yerba que era beneno en las aguas” (de los blancos) y fueron sometidos a un escarmiento similar pero con un lúgubre epílogo: “estubieron las cabezas destos negros ocho días en la horca, y al cabo dellos las quitaron por el mal olor que daban”, nos informa Oquendo.