Cultura

'Jaws'

El póster del filme hacía pareja con el de Farrah Fawcett. ESPECIAL
El póster del filme hacía pareja con el de Farrah Fawcett. ESPECIAL

La película Tiburón ha cumplido cincuenta años. La historia que rodó Spielberg ha sembrado, de manera indeleble, el pánico al mar en más de una generación, con todo y que el tiburón parece una pieza de plástico de esas que cuelgan en los restaurantes de pescados y mariscos. 

La película también sembró las paredes de las habitaciones de la juventud con el famoso poster de la bestia arrimando sus mandíbulas yertas al cuerpo frágil de una bañista incauta y la leyenda Jaws, ensalzando, en rojo sangre, la desgracia que está a punto de acontecer. La pareja natural de aquel póster era el de Farrah Fawcett con un fondo de sarape de Saltillo, su greña esculpida a ráfagas de secadora, su sonrisa blanquísima y un traje de baño rojo: rojo como la sangre de Jaws, y como el rubor de la calentura que nos provocaba la rubia del cuché. 

Después de esa película el fondo marino se convirtió, en la imaginación popular, en un campo minado. Súbitamente se acabaron los tonificantes desplazamientos con el agua hasta la barriga, el dejarse revolcar por el lúdico vaivén de las olas y el flotar de muertito sin rumbo definido. Para los damnificados por la película de Spielberg basta el roce de un alga en la pantorrilla para salir corriendo, en estado de pánico, de las aguas del Golfo de México. 

Porque meterse solo un poquito no es garantía de nada, como lo prueba esa historia que se contaba cuando yo era un niño damnificado por el mamotreto de Spielberg: un hombre que estaba sentado en la playa de Mocambo, con el agüita hasta el ombligo,  de pronto sintió un vacío de rodillas para abajo, una inexplicable ausencia por los linderos del peroné, y en lo que trataba de entender a qué se debía ese frío mortal que empezaba a subirle, como una hiedra, por los muslos, vio un tiburón alejarse, meneando pomposamente su tremenda cabezota, y cuál no sería su sorpresa al reparar en que de sus enormes mandíbulas sobresalía un pie con una chancleta Havaiana todavía puesta, ¡que era la suya!

Lo demás fue sumar dos más dos y dejarse ayudar por la gente que se lo llevaba a la Cruz Roja.


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Jordi Soler
  • Jordi Soler
  • Es escritor y poeta mexicano (16 de diciembre de 1963), fue productor y locutor de radio a finales del siglo XX; Vive en la ciudad de Barcelona desde 2003. Es autor de libros como Los rojos de ultramar, Usos rudimentarios de la selva y Los hijos del volcán. Publica los lunes su columna Melancolía de la Resistencia.
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