
Una mujer entra a un departamento y mira, asombrada, una escalera desmesuradamente grande, que arranca desde el centro de un salón inmenso y sube hasta una altura insólita. Lo primero que piensa es que ese salón y esa escalera, que bien podrían ocupar el recibidor de un palacio, no pueden estar dentro del departamento al que acababa de entrar, que está en un edificio de tamaño, digamos, normal. “¿Cómo ha podido meterse todo esto en un departamento de Moscú? ¡Es sencillamente incomprensible!”, piensa esta mujer que se llama Margarita.
Más tarde su acompañante, un hombre siniestro y misterioso, le explica lo que pasa en ese departamento: “¡Sencillísimo¡ Quien conozca bien la quinta dimensión puede ampliar cualquier local todo lo que quiera y sin ningún esfuerzo, y además, le diré, estimada señora, que hasta unos límites incalculables”.
Es decir, que en aquel espacio pluridimensional de Moscú había un departamento normal de tres dimensiones y simultáneamente, ahí mismo, otro enorme de cinco. La cosa, más allá de la prerrogativa inmobiliaria, inquieta cuando se pone uno a pensar en su propio departamento y en la posibilidad de que, mientras ponemos a reposar nuestras tres dimensiones frente al televisor, hay junto a nosotros, o encima o debajo, un señor de cinco dimensiones que se come un tazón de sopa y que no podemos percibir con ninguno de nuestros precarios sentidos, que sólo detectan tres.
Pero la pieza más desconcertante de este departamento, que está afincado en la novela El maestro y Margarita (Mijaíl Bulgákov), es un globo terráqueo que tiene una mitad iluminada y otra en penumbra y gira exactamente igual que nuestro planeta. Además, si uno mira con atención algún punto específico del globo, puede ver lo que está sucediendo, en ese instante preciso, en ese rincón particular del mundo. En este globo terráqueo puede uno localizar el país en el que está y luego la ciudad y el barrio y, afinando un poco la vista, encuentras la calle y la casa, y después ya es cuestión de ir aguzando los ojos hasta dar con el cuarto y el sillón donde estás leyendo estás líneas.