Me cuesta trabajo escribir esta columna en el sentido de que no quiero caer en un linchamiento por ciertas opiniones, a la vez que trato de no caer en la típica dualidad que rige a nuestra sociedad.
La situación que ha desencadenado que una figura como Novak Djokovic no quiera vacunarse tiene que analizarse desde una postura media, en este mundo nada es blanco o negro.
De entrada, Nole nunca fue el más querido en la rivalidad junto a Nadal y Federer, por lo que el tenista No. 1 del mundo ha pasado de villano para la gran mayoría de los aficionados al deporte, a infame, desleal, indigno, traidor, sinvergüenza y vil para la gran mayoría de la sociedad.
Voy a partir del punto en que creo que todo mundo está en su derecho de vacunarse o no, de quererlo mantener en privado también. Djokovic quiso mantenerlo así hasta que se dieron a conocer las medidas para participar en el primer Grand Slam del año; entonces comenzó la presión.
El escenario de no poder participar en numerosos torneos a lo largo del 2022 por su estatus de vacunación se convirtió en una realidad y no había más que comenzar “a luchar por su libertad” desde su punto de vista.
No conozco a Djokovic, ni a su familia, para poder opinar que este discurso sea real, si es así lo aplaudo y solo esperaría que se muera con la suya todo el año y no ceda a las presiones políticas por ser figura pública.
Por otro lado, entiendo que para muchos es imposible no pensar que el serbio quiso abusar de su fama para no seguir las reglas de un país, pero ¿realmente no las siguió? Aquí viene la parte en que hay que informarse con lo oficial para poder emitir una opinión.
Los detalles de la exención que recibió por parte de los paneles independientes de salud del torneo y del gobierno estatal de Victoria no se han dado a conocer, pero por distintas fuentes anónimas se sabe que otro tenista y un oficial recibieron exactamente la misma y les fue permitida la entrada a Australia. A raíz del caso Djokovic, ya están en investigación.
El órgano médico que aconseja a los gobiernos de Australia (ATAGI), da como válida una exención médica para aquellos que contrajeron el virus en los últimos seis meses, pero en migración aseguran que Nole no presentó suficientes documentos para validar esa información.
Aquí es cuando empezamos a notar la politización alrededor de la figura de Djokovic. El gobierno estatal es de un partido y el federal de otro, hay elecciones en mayo y en lo personal me huele a que ante la indignación nacional e internacional de que le otorgaron el permiso de participar sin vacuna, el Primer Ministro ahora quiera hacer del tenista un ejemplo y una campaña.
Por supuesto, Nole debió saber los riesgos. El jugar en su mejor Grand Slam pasó a segundo plano, el tenis también. Nadie gana en esta situación.
En este punto lo más lamentable además de la afectación deportiva que sufre el Abierto de Australia, es el papel que juega el padre de Djokovic. Lamentables declaraciones de victimización. Lo de menos es que el jugador esté en un hotel de menor categoría, aislado y con bichos. Una probada de la realidad para miles de migrantes en el mundo no le hará mal.
Un caso similar se dio en la NBA con Kyre Irving. El jugador apenas hizo su debut esta temporada después de que los Brooklyn Nets echaran para atrás su decisión de no dejarlo participar con el equipo por no vacunarse. A falta de talento por lesiones y contagios, lo reintegraron al equipo, aunque por las reglas del estado de Nueva York no podrá participar en los duelos de local.
En su momento, Irving también declaró que su postura era en solidaridad por todas las personas que están perdiendo su trabajo en el mundo por el hecho de no vacunarse, un derecho de libertad que cada individuo en este planeta debería tener sin ser discriminado.