Como no dedicarle unas palabras al Diego, sobre todo tras la polaridad que aún tras su muerte vemos causa el personaje. Pero hay que aprender a separar y Maradona es el mejor ejemplo. Por un lado apreciar lo infrecuente de su talento, porque aunque hablemos de un deporte con muchos cracks, ahí con él en el olimpo del futbol solo dos más. En la cancha no tenía defectos, pero el humano lo absorbió con uno y otro error en percepción de la sociedad. Eso sí, de pasión y garra envidiable, ya quisiéramos muchos haber disfrutado con tanta naturalidad la vida como él. De lo más alto, a lo más bajo, de la adoración, al repudio, los sentimientos encontrados están a la orden del día, pero el que vivió de sus errores fue él y el que se lo quiera tomar personal allá él. “Para mí Maradona era Argentina, humildad. Como jugador me saco el sombrero, como persona no me interesa. El ejemplo a mi hijo se lo voy a dar yo, cada uno tiene que tomar el ejemplo de la familia, no de un jugador de futbol”, mencionaba un aficionado en el obelisco de Buenos Aires. Me parece imposible evitar que los deportistas sean tomados como ejemplos, una y otra vez hemos escrito en este espacio sobre la responsabilidad que tienen hoy en día los atletas de utilizar su plataforma en busca de un cambio social, pero eso lo entendemos tras ejemplos como el de Diego, porque con sus fondos también nos dio lecciones de vida. Ídolos y leyendas trascienden generaciones y sobreviven a la muerte en la memoria colectiva, pero Maradona está más allá. Obituarios y columnas de las mejores plumas del deporte invaden la prensa latinoamericana, mientras que los perfiles más exquisitos jamás escritos sobre él la internacional. En lo personal me quedo con la de Jorge Valdano, que bien explica quién fue Diego y quién Maradona, ya que el futbolista fue perfecto y el humano una víctima. Nadie escapa a su figura y las palabras no alcanzan para tantas anécdotas que nos dejaron 60 años de vida del Pelusa. Políticos, deportistas, artistas, el cariño mundial es innegable. Minutos de silencio, luto nacional, suspensión de partidos. La locura en su velorio solo es una muestra más de las masas que movía en su país, uno que a pesar de tener las más estrictas medidas en la pandemia dejó a su pueblo llorar y homenajear. La postal de un aficionado del Boca y otro de River en abrazo y lágrimas lo dice todo. Maradona era literalmente una religión, un genio imperfecto, sinónimo de futbol. Nunca es fácil despedir a alguien de su magnitud, que tanta huella haya dejado en una vida.