A más de un año del nuevo gobierno, el producto interno bruto sigue sin poder levantar el vuelo, continúa estancado trimestre tras trimestre. Todos los esfuerzos del actual Presidente parecen ser infructuosos, y el riesgo de que corra el desánimo en la gran mayoría de ciudadanos mexicanos que votaron por su proyecto de nación es cada vez mayor. Ello daría gran placer a los que recién han dejado la silla, pero sería un momento de gran frustración para la mayoría de los ciudadanos mexicanos que fincaron sus esperanzas en el nuevo gobierno.
El misterio se resuelve de la siguiente forma: al Presidente de México le interesan cosas muy importantes que NO se incluyen en el producto interno bruto.
Sus objetivos son abatir la corrupción, establecer la honradez de los funcionarios públicos y de los ciudadanos, reestablecer la paz en el país con base en la justicia, evitar la impunidad, proteger a la población, promover valores tanto personales como de identidad y orgullo nacional, fortalecer la soberanía del país, llevar finanzas sanas, responsables, rendir cuentas, tener una administración transparente, redistribuir la riqueza, abrir oportunidades a quienes hoy encuentran en la delincuencia su único recurso, promover y defender la democracia, fortalecer y recuperar a la familia y a los valores familiares, evitar la migración y abandono del país por causas forzosas, alejar a los jóvenes de los delincuentes y darles oportunidades de estudio y de trabajo, que las familias se acerquen, se escuchen, que se combatan las adicciones por el lado de la demanda, por medio de campañas nacionales de publicidad y educación, que se respeten los derechos de la mujer, de los niños, de los adolescentes, de los adultos mayores, de los indígenas, de los más abandonados. Nada de esto incrementa el producto interno bruto de un país y, sin embargo, es lo que nuestro país requiere con urgencia.
No todo lo que brilla es oro. Un matrimonio sólido, unos hijos bien cuidados, unos padres devotos de sus hijos, una familia unida, un policía honesto, una clara rendición de cuentas, un proceso electoral sin trampas, unos jóvenes con oportunidades de estudio, unos trabajadores que se identifiquen con sus empresas, un juez de primera instancia orgulloso por la justicia de sus sentencias, una mujer viajando sintiéndose segura en el Metro, un marido orgulloso de su esposa y viceversa, ejemplo de sus hijos, un río con aguas cristalinas, un aire respirable, un Presidente que pase a la historia como un buen presidente de México. Nada de eso se incluye en el PIB, y nos haría la sociedad más rica del planeta.
Concluyo no sin antes citar una parte de los discursos más elocuentes del presidente John F. Kennedy en este mismo sentido:
“El producto interno bruto no refleja la salud de nuestros hijos, ni la calidad de su educación ni el placer con el que juegan. No incluye la belleza de nuestra poesía ni la fortaleza de nuestros matrimonios; ni la inteligencia de nuestros debates ni la integridad de nuestros funcionarios públicos. Tampoco mide nuestro ingenio ni nuestro valor; tampoco nuestra sabiduría ni nuestro aprendizaje; no mide nuestra compasión ni nuestra devoción a nuestro país.”
*PROFESOR DE LA H. ESCUELA INTERNACIONAL DE DERECHO Y JURISPRUDENCIA.