El nombre de esta columna nos recuerda que la política o cualquier actividad humana es, como la vida misma, causa y efecto, karma o darma, en otras palabras cosechamos lo que sembramos, y generalmente se nos reviran las decisiones buenas o malas, positivas o negativas. He aquí algunas decisiones y acciones que se le pueden revirar al PRI.
Primero es justo reconocer que el PRI tuvo un buen desempeño y cumplió con una importante función durante un largo tiempo y en una parte importante de la historia de México. Desde el momento de su gestación y un poco después con el presidente Lázaro Cárdenas el PRI logró aglutinar en una fuerza política a los trabajadores, a los campesinos, y aún a los empresarios, con el nacionalismo revolucionario como mito fundacional, con base en lo cual el país logró unificarse y recuperar empresas estratégicas como el petróleo, y la compañía de luz y consolidar por fin al Estado mexicano, que sumado a una exitosa política económica de sustitución de importaciones logró la industrialización del país y un crecimiento económico estable y sostenido que se conoció como el milagro mexicano. Todas esas buenas y atinadas decisiones se le reviraron al PRI en su favor y les permitió detentar el poder en forma casi absoluta por casi setenta años.
El PRI, desgraciadamente, cuando se preparaba para mostrar a México al mundo como el primer país en vías de desarrollo en organizar unos juegos olímpicos, unos cuantos días antes de la inauguración, enloquece y se suicida, se da un balazo en la cabeza, se tira al precipicio, se autodestruye, se inmola, baja el telón, se clausura, se auto extermina, se mata, no podría entenderse de otra manera, se destierra, se enajena definitivamente, todo en una sola tarde, en un solo evento, en un solo lugar; el fin del PRI tiene una fecha cierta y exacta, está documentada por todos, menos por Jacobo Zabludovsky, el PRI termina y caduca el 2 de octubre de 1968 matando a decenas de estudiantes mexicanos en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, y ahora tiene reviraciones, karmas o consecuencias aún vigentes, pues el 6 de junio próximo será el día preciso para recordar la añeja consigna de “2 de octubre no se olvida”.
A pesar de ello el PRI continuó aún herido de muerte, tan sólo para asegurarnos de que no debía existir ya más con el halconazo de 1971, con el Fobaproa que nos ha endeudado a todos los mexicanos, literal, de por vida, con el TLCAN que provocó el desmantelamiento de empresas, fábricas e industrias nacionales y la emigración de millones de compatriotas, y cuando tuvo su última oportunidad, pues resucitó con Peña Nieto, el PRI reapareció sólo para confirmar su sentencia de muerte, con los cuarenta y tres de Ayotzinapa, cuya desaparición y probable muerte no puede ser en vano, con la Estafa Maestra, y peor aún para corromper la Constitución de 1917 modificando el artículo 27 para abrir el sector energético a la inversión extranjera, terminando con el Estado de Bienestar vendiendo los recursos del país a las poderosas corporaciones nacionales y extranjeras, al son de las reglas del TLCAN, de los arbitrajes del banco mundial, de las fuerzas del mercado y de la encrucijada de la oferta y la demanda de la época neoliberal.
Increíblemente el PRI de hoy condena su propio pasado glorioso, el de Lázaro Cárdenas, el del desarrollo estabilizador, el de la fundación de la gloriosa UNAM y del Politécnico Nacional, el de la expropiación petrolera, el del peso estable a 12.50, para seguir optando por la continuidad de las políticas neoliberales, entregado como está a los intereses de las corporaciones clamando así por su final definitivo.
Mtro. Jesús Torres Gómez