Adam Smith es reconocido como el padre de la economía clásica, y proponía que en un estado de competencia la ambición individual contribuía al bien común. En su famosa obra La Riqueza de las Naciones establece una de las ideas más importantes y trascendentales de la economía clásica: “No es la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero lo que nos procura nuestra cena, sino el cuidado que ponen ellos en su propio beneficio.” (Smith, Adam. La riqueza de las naciones (Spanish Edition) (p. 13). CDED. Edición de Kindle). Así, buscando nuestro propio interés, nuestro egoísmo personal, nos esforzamos por llevar a cabo las más variadas empresas que brinden todo tipo de bienes y servicios a los demás.
En días pasados en una mañanera el presidente López Obrador criticó indirectamente esta postura al hablar negativamente de las personas egoístas, aspiracionales que buscaban sólo su interés. ¿Quién tiene la razón? Adam Smith, el padre de la economía clásica y moderna, o López Obrador, hoy presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.
La verdad es que ambos tienen razón. Sólo que Adam Smith escribió su obra maestra ya mencionada en 1776, cuando no existían las corporaciones gigantescas y transnacionales de hoy en día y el comercio y la industria eran incipientes. En el mundo actual de gigantescas corporaciones, neoliberal, en donde algunas de estas corporaciones tienen más poder económico que la gran mayoría de los Estados Nación, y en donde el interés personal, pasa a ser una ambición desmedida y destructiva, se provoca una enorme desigualdad y una gran depredación del ambiente natural, desembocando en migraciones masivas de los países pobres a los ricos, y movimientos desestabilizadores como ahora mismo en Colombia o Chile.
El presidente mexicano propone que en la búsqueda de nuestros propios intereses no olvidemos a un gran número de mexicanos que han quedado olvidados y rezagados por el sistema económico neoliberal que se está tratando de dejar atrás en todo el mundo. “Para el bien de todos, primero los pobres.”
Ahora mismo el Grupo de los Siete países más poderosos del mundo reconoce esto y propone un impuesto del quince por ciento a las corporaciones para destinarlo a beneficiar a los países subdesarrollados en donde estas corporaciones obtienen sus ganancias.
Así pues el sólo atender a nuestro egoísmo, desató una competencia feroz en donde después de treinta años prevalecieron las corporaciones más aptas y la gran mayoría de las personas fueron desplazada de las actividades lícitas a las ilícitas y de ahí a la muerte o a las cárceles; o sometidas a horarios extenuantes con bajos salarios; o a la emigración y de ahí también en muchos casos a la tragedia y a la muerte pues hoy se reconoce al Desierto del Sahara como el cementerio más grande del mundo, seguido en segundo lugar por el Mar Mediterráneo y yo añadiría el Desierto de Sonora, por todos los migrantes que han perdido la vida en su intento de buscar una vida mejor.
Así, Adam Smith propuso en su tiempo que el mejor resultado se obtenía cuando cada integrante del grupo hacía lo que fuera mejor para él mismo, López Obrador ahora llama a Adam Smith a revisión y propone que el mejor resultado se obtiene cuando cada integrante del grupo hace lo que es mejor para él mismo y para el grupo también, en efecto, Adam Smith necesita revisión.
Lo anterior queda muy claramente explicado y en una forma muy didáctica en una escena de la película Una Mente Brillante, que trata sobre la vida de John Nash, Premio Nobel de economía. Ver aquí
Mtro. Jesús Torres Gómez