Es probable que la mejor parte de nosotros mismos salga a relucir cuando estamos sometidos a pruebas difíciles de superar. Este tipo de pruebas, como la muerte de un ser querido, un hijo, por ejemplo, nos puede fácilmente conducir a la locura a una depresión profunda o a una muerte prematura. En el mejor de los casos nos templa el carácter y sobre todo nos hace más humanos, más empáticos al dolor de las personas, entendemos más, escuchamos más, somos más compasivos y fraternos, y buscamos encontrar en nuestras vidas algo que sublime lo sucedido, alguna causa lo suficientemente valiosa por ejemplo para luchar por ella, en muchas ocasiones la mejor terapia para el dolor propio es el tratar de aliviar el dolor ajeno, después de conocer el camino andado.
Este parece ser el caso de Joe Biden, candidato por el Partido Demócrata a la presidencia de los Estados Unidos de América.
Unos días antes de la navidad de 1972, Joe Biden entonces con treinta años de edad, casado y con tres hijos pequeños se encontraba disfrutando quizá uno de los momentos más plenos de su vida, lo tenía todo, una esposa hermosa y tres preciosos hijos pequeños, acababa de ser nombrado Senador por el Estado de Delaware, tenía juventud, un cargo importantísimo en las más altas esferas políticas con una enorme responsabilidad y todos los vínculos afectivos necesarios que brindan una familia amorosa. Sin embargo, como es la vida, de pronto en un instante todo cambió, pasó del cielo al infierno, su mundo dio una vuelta de ciento ochenta grados pasándole por encima, su esposa Neilia Hunter de treinta años y su hija menor Naomi de tan sólo trece meses fallecen en un accidente de tránsito.
¿Cómo no entender el dolor humano después de eso? ¿Cómo no dejar atrás la arrogancia, la petulancia o cualquier tipo de soberbia si la hubiera tenido? ¿Cómo no empatizar con los migrantes, con las minorías? ¡Por supuesto que las Black Lives Matter!
Por si fuera poco, en el año de 2015 su hijo mayor Beau Biden muere a la edad de cuarenta y seis años, víctima de un cáncer en el cerebro. Son conmovedoras las palabras de su hijo animando a su padre para que continúe con su carrera política esta vez por la nominación demócrata a la presidencia de la República, ¡Promise me, Dad!
La capacidad de Joe Biden para recuperarse y levantarse de estas terribles pruebas ha sido extraordinaria. La empatía y la resiliencia son dos cualidades importantísimas de Biden que suman a su favor más en una atmósfera enrarecida y agudizada por el terrible asesinato de George Floyd.
Esta vez Joe Biden ha decidido cumplir la promesa a su hijo Beau Biden y ha ganado ya la candidatura demócrata a la presidencia de los Estados Unidos de América, sin embargo, su edad y todas esas graves heridas también juegan en su contra para afrontar una responsabilidad tan enorme, de hecho, tendría 78 años cumplidos al tomar posesión, sería el presidente con más edad en el cargo en la historia de su país. En este sentido Biden ha jugado una carta fundamental al elegir a Kamala Harris como su compañera de fórmula para la vicepresidencia. Una mujer también extraordinaria, que merece una consideración por separado, pero que es todo un fenómeno, una Obama remasterizada, porque cuenta con todos los ases, es joven, americana, jamaiquina, latina, negra, india, asiática, californiana, mujer, y fraterna compañera de su hijo Beau Biden en la lucha en contra de abusos de corporaciones financieras. Ello da un blindaje fantástico a la candidatura demócrata.
Por último, cabe mencionar que si bien la relación entre el presidente de México Andrés Manuel López Obrador y el presidente norteamericano Donald Trump ha sido exitosa y muy positiva, por razones naturales y de geopolítica estratégica es de esperarse que la relación con Biden y Harris resultará igual o quizás más positiva y provechosa para los pueblos de ambas naciones.
*Profesor de la Escuela Internacional de Derecho y Jurisprudencia.