Le vi de espaldas; hablaba en voz alta e incluso lanzaba un grito, otro y otro más lleno de emoción: “¡No, no, carajo! Te pasas, no manches tu orgullo…” decía al camarada invisible alojado en su diadema, dejando escapar la risa postrera; en el juego le habían dado muerte. Sin problema, había iniciado otra vida en aquel juego online. Fue lo que me contó mi amigo, otro padre preocupado por el futuro de su hijo único de 16 años.
Sus dedos azotaban las teclas de un piano ficticio dando paso a una mezcla única, representada por imágenes llenas de color, música electrónica y un éxtasis embriagador, eran sus yemas más ágiles que las mías a su edad; me confió la experiencia, mientras miraba desde un mueble más alejado en su minúsculo departamento en un segundo piso en Infonavit.
Me dijo intranquilo: “He visto a mi hijo ocupar tanto tiempo en esa silla, frente a esa pantalla pegado a esas teclas del ordenador… cobra sentido decir, sin duda, queramos o no, hay un nuevo concepto para la palabra humanidad; uno tan alarmante para nosotros los padres, tan ficticia y circular, llamada videojuegos”.
Por un momento recordé. Hice un viaje hasta un verano de 1973: mis cuatro hermanos y yo vivíamos en pleno centro de Tampico, en el número 212 sobre la calle Doctor Carlos Canseco, entre Tamaulipas y Carpintero. Un mundo compuesto por familias de más de cuatro hijos; calles abarrotadas, no tanto de automóviles, sino de niños y jóvenes jugando al futbol, a los quemados y a las escondidillas.
Un mundo tan provinciano que ahora en este puerto, solo habita en la memoria de los que tenemos más de 50 años. He visto nuevamente aquella casa en varias ocasiones; tan pequeña, tan sin chiste, de paredes desconchadas por el paso del tiempo y, aunque todo sigue aparentemente igual, nada se le parece.
Hootsuite y We Are Social este 2018, ha reportado que cada vez existe un número mayor de usuarios de Internet en el mundo; en el 2017 equivalía a 4 mil millones, más del 50 por ciento de la población actual. Se sabe, tan solo en nuestro país, el número de usuarios en el año 2013 era de 51.2 millones pasando a 79.1 millones, según datos extraídos de Conapo e Inegi.
Estamos ante un futuro inminente y no hay vuelta de hoja; silenciosa, se presenta una nueva revolución cultural frente a nuestros ojos y nuestros retoños, son en este mismo momento los depositarios de una fuerte carga de información manipulada. Hoy más que nunca es importante acercarlos a la vida y la experiencia de lo humano, como nosotros lo conocimos; antes que el frío teclado de un computador, a través de quienes manipulan esos programas e información a su antojo, termine por sorber la esencia de nuestros hijos.
Despiadado retorno al verano, desde Internet y los videojuegos
- Desde la raíz
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Jesús Guerrero Valdez
Tampico /