Sigue siendo objeto de reflexión las muchas sorpresas que vivimos en la jornada electoral del pasado 1º- de julio. No es tan fácil interpretar por que gana todo un movimiento que contaba como adversarios a la inmensa mayoría de los medios de comunicación social, a las cúpulas intelectuales, empresariales, a las dirigencias de los partidos políticos, etc.; nomás las encuestas y los mismos opositores de MORENA, nos aseguraban qué ellos serían los triunfadores. Y se vino el triunfo, muy sobrado. Y cambió la voz de todos los anteriormente enumerados que dijeron estaban de acuerdo con los nuevos dirigentes políticas.
En la vida todo mundo interpreta los hechos, con distintas lecturas que nacen desde sus experiencias personales. Hay electores de todos los estilos, desde el que dice que “ya estuvo suave”, que es necesario un cambio, hasta quién dice que sobra el hartazgo, que la corrupción no puede ser tan cínica, que la verdad ya se debe imponer; también que nosotros mismos tenemos la culpa por apáticos, porque todo nos vale gorro razón por la que los corruptos y los cínicos hacen lo que quieren. Las interpretaciones certeras o desacertadas, seguirán desarrollándose. Es buena la inquietud en el pueblo. Pero los que ganaron aún no toman el poder.
Las promesas de campaña no pueden ser respuestas inmediatas. Conforme a la gravedad del asunto, irán llegando, por turno, a ser respuesta. Algunos signos de austeridad de los que serán nuevos dirigentes, ya se están viendo, mientras se preparan para asumir sus responsabilidades. El Episcopado mexicano de inmediato pidió apoyo para el nuevo Presidente, y calma, pues aún no se toma el poder.
Los mexicanos tenemos que seguir adelante, con esperanza de que tanta corrupción, tanta violencia, tanto cinismo, tanta mentira, etc., deberán disminuir. No son santos demócratas los que llegan al poder. Muchos de ellos probaron las mieles de la corrupción y algunos se hartaron, razón por la que cambiaron. Pero de acuerdo como es la condición humana, pueda ser que no falte algún descreído que esté agazapado, pensando que no es cierta tanta honestidad anunciada, razón por la que puede estar calculando a qué hora da el manotazo para hacer el latrocinio al que estaba acostumbrado.
¡Y ya para cuando esto suceda, el escándalo podrá ser grande, y la aplicación de la justicia deberá ser ejemplar! No estamos en el Paraíso terrenal.